Cinco días viviendo en el 2019. Son pocos, pero suficientes para darse cuenta de que ya hemos alcanzado un momento relevante en el cine de ciencia ficción. En el 2019 acontece la acción de Blade Runner, filme realizado por Ridley Scott en 1982 a partir de una novela corta de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, publicada en un año crucial para las revueltas culturales, 1968. Curiosamente, el texto de Dick transcurre en 1992, 10 años después de la realización de la película, un tiempo ya superado, aunque algunas reediciones lo han ambientado en el 2021. No es casualidad. Muchos de los aspectos que plantea Dick en su relato no habían sido alcanzados en 1982, pero son realidad en el 2019 y es plausible que sean superados en 2021.

MANIPULACIÓN DE LA MENTE // Los robots Nexus-6 han sido diseñados en el filme a imagen y semejanza del hombre, pero son esclavizados pese a ser iguales o incluso superiores a los ingenieros genéticos que los crearon.

Más que equipararse con la realidad actual en materia de robótica, biología sintética, genética o realidad virtual, Blade Runner lanzó en su momento algunas ideas sobre las que se está trabajando, caso de la creación de memorias falsas. Lo que pueden plantearse los científicos actuales es lo que plantea el filme: ¿es ético? 22 años después de la mítica cinta, Michel Gondry contó en ¡Olvídate de mí! la posibilidad de borrar selectivamente parte de los recuerdos de la mente humana, por ejemplo aquellos que atañen a la persona amada de la que te has separado: implantar la felicidad y borrar el trauma sentimental.

CIUDAD SUPERDESARROLLADA // El relato de Dick transcurre en una despoblada San Francisco. Scott ambienta la historia en una superpoblada Los Ángeles: un monstruo demográfico plenamente actual debido a la explotación inmobiliaria o el turismo masivo. El filme siempre ha sido considerado un trabajo realista de ciencia ficción y lleva el concepto high tech hasta nuestros días, haciendo también que la tecnología conviva con aquello más atávico.

El director llegó a la conclusión de que en el futuro, desde la perspectiva de 1982, el cableado de electricidad, teléfono o aire acondicionado sería más práctico de situar en el exterior de los edificios para acceder mejor a los cables en caso de reparación. No existían, claro, la fibra óptica para internet y otras conexiones. El tiempo también les ha dado la razón. Tampoco está de más recordar que los sushi-bars en plena calle, como al que acude el cazador de replicantes interpretado por Harrison Ford, podían ser habituales en Oriente pero no resultaban familiares en la cultura occidental, como sí lo es ahora la llamada street food de clara inspiración oriental.

Los aparatos telemáticos que muestra Blade Runner forman parte hoy de nuestro paisaje habitual. Un buen ejemplo: la secuencia en la que el protagonista escanea y amplia una fotografía con un sistema entonces revolucionario hasta revelar, oculta en una de las esquinas del encuadre, la imagen de una mujer imperceptible al ojo humano. La idea está tomada de Blow up, cuyo protagonista revela y amplia sucesivamente una foto tomada en un parque hasta descubrir un cadáver. Pero Scott aplica una sofisticada tecnología que conecta plenamente con la imagen digital actual.

CARTELES LUMINOSOS // El paisaje audiovisual de la cinta es intercambiable con la realidad de una gran urbe del siglo XXI: los letreros luminosos con marcas de publicidad, las grandes pantallas de vídeo en las calles más concurridas (donde vemos el rostro gigantesco de una geisha en plena arteria angelina, la mezcla de dos culturas, Oriente y Occidente, Los Ángeles y Tokio), los semáforos que ya no son simplemente rojo, ámbar y verde, sino que contienen dibujos y señales con las que el transeúnte y el conductor están familiarizados. En el filme de Scott, las llaves son sustituidas por tarjetas, como ocurre hoy en los hoteles.

Los coches voladores de la policía son heredados de Metrópolis y serían empleados en El quinto elemento, de Luc Besson, pero en Blade Runner preconizan una concepción de la vigilancia total.

HÁBITOS DE VESTIR // Según el modisto Antonio Miró, uno de los grandes logros del vestuario del filme es su extemporaneidad: la película demuestra que ciertos hábitos en el vestir siguen siendo los mismos, creíbles entonces y ahora. Sin duda tiene mucho que ver el carácter de fusión entre ciencia ficción y cine negro que propone la película: un detective cuya camisa y corbata remiten al film noir clásico, aderezado con una gabardina que implica un toque de modernidad, el carácter escéptico del personaje, el recurso de la voz narrativa en primera persona (que desapareció en montajes posteriores), la ambigüedad propia de las mujeres fatales del género. «La cinta demuestra que hay modas que no son efímeras», comenta Miró.