Al menos 133 personas murieron por coronavirus en Brasil este miércoles con lo cual el número de decesos se ha elevado a 800, mientras que se han confirmado 16.000 contagios. La tasa de mortalidad de Covid-19 en el gigante sudamericano es del 5% pero se teme que aumente en las próximas semanas. Un hecho ha sobresaltado en especial a las autoridades sanitarias y los lleva a considerar los horizontes más pesimistas: el comienzo de los casos fatales en las barriadas marginales de Río de Janeiro, conocidas como "favelas".

En la Rocinha, una de las comunidades emblemáticas de la zona sur de la "ciudad maravillosa", donde viven más de 100.000 personas, se han reportado cinco decesos. La letalidad de la pandemia también se hizo sentir en Manguinhos, en la zona norte de Río de Janeiro, en tres oportunidades. Todavía hay 78 fallecimientos bajo investigación. Solamente en Río de Janeiro se levantan 763 favelas que alojan a 1,5 millones de personas. El Estado es una figura ausente y son los "favelados", como se llaman a sus habitantes, los más expuestos al hacinamiento y la escasez de agua, además de la violencia de narcotráfico, las fuerzas de seguridad y parapoliciales. La presencia del virus en esas barriadas puede significar un giro más dramático en la evolución ascendente de casos.

El otro "terreno libre para coronavirus" es el carcelario, de acuerdo con la revista 'Istoé'. "El hacinamiento y la falta de equipos médicos obstaculizan las medidas de prevención de enfermedades".

Nuevas caceroladas

En este contexto, el presidente Jair Bolsonaro fue nuevamente objeto de una sonora caceroleada en las principales ciudades brasileñas. De acuerdo con la consultora Datafolha un 17% de las personas que lo votaron en 2018 se han arrepentido de esa decisión. Su aceptación social es en estos días del 33% pero tiende a reducirse a medida que avanza la crisis. Con el retumbar de las cacerolas de trasfondo, el capitán retirado volvió a dirigirse al país y a criticar la cuarentena decretada por la mayoría de los estados. "Respeto la autonomía de los gobernadores y alcaldes", dijo, en lo que pareció un acto de aceptación de la realidad. Pero de inmediato atacó: "el Gobierno Federal no ha sido consultado sobre su alcance o duración".

Bolsonaro ve a diario cómo se recorta su poder político. El pasado lunes los militares, que cogobiernan con él, impidieron que echara al ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, defensor de las medidas de autoaislamiento social y de creciente popularidad. Este miércoles el presidente tuvo un nuevo revés judicial. El ministro Alexandre de Moraes, del Tribunal Supremo Federal, dictaminó que las regiones y alcaldías tienen la potestad para tomar esas medidas restrictivas. El Ejecutivo, añadió, no puede "desestimar unilateralmente" las decisiones de las autoridades regionales y municipales.

"Es difícil tener un presidente que no cree en la ciencia", señaló Gilberto Menezes Côrtes en su columna publicada en el diario carioca Jornal do Brasil". "Ofuscado con su ministro de Salud, impotente frente a las decisiones tomadas por gobernadores y alcaldes, el presidente conserva el poder de agravar la ya trágica crisis sanitaria y económica. A falta de una idea mejor, amenaza con ejercitarla", señaló el diario paulista Folha en su editorial. "Un Brasil empobrecido enfrentará otra recesión económica, que no será evitada por las diatribas contra cuarentenas. Se espera que un líder tenga sentido de los sacrificios, para salvar vidas, y que demuestre con hechos, en lugar de charlas estériles, la voluntad de disminuirlos".