Tras dos años consecutivos a la baja (en 2016 era de 19,98%), la brecha salarial entre hombres y mujeres volvió a subir en el 2018. Lo hizo casi un punto, hasta el 21% (en 2017 fue de 20,18%); ahondada por una recuperación económica que está llegando con mayor intensidad a los trabajadores varones que a las mujeres. Así lo constató ayer el Instituto Nacional de Estadística (INE) y, a la espera de poder medir el efecto de las políticas en materia de igualdad aprobadas durante los meses del Gobierno de Pedro Sánchez.

Pagar menos a una mujer por el mismo trabajo que realiza un hombre es una práctica ilegal y penada en el ordenamiento jurídico español. No obstante, las desigualdades retributivas que explican esa brecha del 21% se producen habitualmente de manera indirecta. Es decir, mediante perjuicios como el techo de cristal (dificultar la promoción), las paredes de cristal (segregar a las mujeres a determinadas áreas) o vetar de manera indirecta a las mujeres para percibir determinados pluses variables. El mayor peso que asumen ellas en la conciliación familiar es uno de los obstáculos habituales.

Y ello se refleja en los datos del INE, que constatan que las mujeres copan las posiciones peor pagadas del mercado laboral. Mientras el 11,6% de los varones cobraron en el 2018 menos de 1.047 euros, dicha proporción fue del 29,1% entre las mujeres; el nivel más alto desde el 2012.