Una aguja en un pajar. Pero aquí es mucho más, porque hay una familia que espera noticias, que sabe que serán malas aunque se aferre a los milagros, que pasan, pero poco. Este jueves se han encontrado los cuerpos de dos ciudadanos alemanes que viajaban en un taxi en Artà, en la zona de levante de Mallorca. Pero al anochecer aún faltaba el niño de 5 años desaparecido en Sant Llorenç des Cardassar. Decenas de personas lo buscaban por el día. Torrente arriba y torrente abajo. La batida se hacía con respeto, con ojos en todas partes, pero echando mano del que quizás sea el sentido más humano de las personas: el tacto.

En SIllot, una docena de operativos de la Guardia Civil y de la Unidad Militar de Emergencias (UME) saltan a la riera mientras una lancha neumática busca en el mar, en un manto de barro que penetra 500 metro adentro, y dos helicópteros barren la zona desde el aire. Empiezan a andar con instrucciones muy claras: Cubrir todo el perímetro inundado. Es una barbaridad de terreno, pero lo bueno de estos casos es que no tienen ni prisa ni fecha de regreso a casa. Pasan junto a un taxi adaptado para personas con movilidad reducida. Está del revés, completamente reventado por la virulencia del agua. Rescatan papeles, la llave y algunos tíquets con el objetivo de dar con el dueño. Se meten torrente adentro, ya con el agua hasta la cintura, y empiezan a usar los palos. Algunos los han improvisado con las cañas de las laderas.

Lo que sea necesario

Andrés Linero, cabo segundo y miembro del grupo de buceadores de la Guardia Civil de Mallorca, cree que el cuerpo del niño no apenas debe haberse movido desde el lunes. Pero advierte, señalando cualquier montaña de escombros de 10 metros de altura, que podría estar sepultado y que jamás se dé con él. Su intuición le dice que no ha llegado al mar, pero admite que en estas situaciones no hay protocolo ni apriorismo que valga. "Buscaremos todo lo que sea necesario y el tiempo que sea necesario".

Cuesta hacerse una idea de lo que llegó a bajar. Pero el campo abierto ayuda a imaginar lo que pudo pasar. No por los sedimentos o árboles arrancados, ni por el pegajoso barro, ni tan siquiera por los pedazos de carretera que han desaparecido entre Son Servera y Pont de Manacor. Es la extensión. Hay zonas con aspecto bélico. Quizás sea un exceso de películas de guerra, pero la destrucción, en muchos puntos, alcanza los 100 metros a lado y lado del torrente.

El sargento Sunyé es el jefe de los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil. Los GEAS de toda la vida, o lo que es lo mismo, los submarinistas de la benemérita. Es un veterano. Pasó 20 años en rescates de montaña en el Pirineo aragonés. Sucedió en marzo de 1991. Nueve militares perdieron la vida en Candanchú después de que les sorprendiera un alud. Como hacen estos días en los torrentes del oeste de Mallorca, los rescatadores clavaban sus palos a la izquierda, a la derecha y delante. Cuando tocas un cuerpo humano con el palo, tienes claro que eso es un cadáver. Lo identificas enseguida. También sabe reconocer un animal, ya no digamos lodo, piedras, maleza. Puede que el violinista sepa que la posición de sus dedos generará un sonido concreto. Estos buceadores saben que cierto tacto es la peor de las noticias. Y según cómo, también un alivio.

En Son Carrió hay un grupo de jóvenes del GEAS que el miércoles viajaron desde Madrid. Llevan el neopreno por la cintura y tienen espaldas del tamaño de un frontón. Lamentan lo sucedido, pero no pueden evitar destilar cierta adrenalina ante algo para lo que entrenan durante todo el año. Actúan en rescates en cuevas y el cualquier entorno complicado que tenga agua de por medio. Dicen que los perros rastreadores son de gran ayuda, pero que el hombre es el elemento definitivo, porque el animal, al fin y al cabo, persigue un juguete mientras que tú estás buscando un ser humano. Los canes, sin embargo, aporta otro militar, son fundamentales porque son capaces de oler un cuerpo que está debajo del agua.

Por la tarde está prevista una inmersión en el mar, frente a la playa de SIllot. El sargento Sunyé comandará la operación en una zona en la que esta mañana olía a aceite, señal de que por ahí puede haber algún coche, y quién sabe si alguna otra víctima más que no está entre los desaparecidos porque todavía nadie las ha echado de menos. El agua está chocolate (así la definen cuando la visibilidad es casi nula) pero intentaremos abrirnos hueco para ver si encontramos algo. Una vez más, el tacto como principal baza ante la tragedia.