La búsqueda de Blanca Fernández Ochoa continúa este martes después de que trescientos guardias, policías y agentes forestales, un centenar de senderistas voluntarios y una veintena de miembros de la familia no hayan conseguido aún que los montes del valle de la Fuenfría devuelvan a la medallista olímpica que lleva nueve días desaparecida.

Desde primera hora de la mañana se han recorrido, repartidos en grupos de diez y por cuadrículas de un mapa militar, una amplísima área de pesquisa de la sierra del Guadarrama en su vertiente de Cercedilla. Los más preparados se han hecho 30 kilómetros por grupo en seis horas y media, y aún no está completado el terreno, porque son 3.500 hectáreas de bosque cerrado de pino y helecho. Los grupos iban volviendo en goteo, primero los menos profesionales, y a última hora de la tarde, con rostros de extenuación, los más preparados. Ropa deportiva de grandes almacenes se mezclaba en los senderos con uniformes verdes y azules.

Y todo el colectivo, la tribu generosa que se ha dado cita en el paraje de Majavilán, abrió paso en el camino al grupo de búsqueda más especial de todos, el de los familiares de la esquiadora: Luis, Lola, Juanma, hermanos; Olivia y David, los hijos, y una pléyade de sobrinos, novios y satélites de la familia que ha subido monte arriba a buscar a Blanca.

A primera hora de la tarde de ayer volvieron al campamento base los hijos de la esquiadora.

Emocional y físicamente cansados, quisieron apartarse de todo y se sentaron en un muro, en la trasera de una caseta de piedra, los dos solos, con la cabeza baja y en silencio. La familia sigue esperanzada, «pero son muchos días», dice cabeceando el cuñado de la deportista, Adrián Frederighi. La sierra madrileña no había conocido antes un dispositivo tan grande de búsqueda de un montañero perdido.

La fama de Blanca y el cariño auténtico que los vecinos de Cercedilla, Navacerrada, Los Molinos y Guadarrama sienten por su familia han multiplicado el efecto del llamamiento que el consistorio cercedillense hizo este domingo para que senderistas voluntarios ayudaran en la búsqueda.

BASE DE OPERACIONES // A primera hora de la mañana se agolpaban por centenares en el aparcamiento del viejo hostal Casa Cirilo, convertido en base de operaciones. Policías y guardias les repartían folios en blanco: «Pongan sus nombres, de diez en diez», les instruían. Y, ya formados los grupos, cuando iban a salir, de nuevo les decían: «Caminamos separados, pero sin perdernos de vista. No queremos que se pierda más gente».

Una vez agrupados y dadas las breves instrucciones, salían a los pinares en abanico, bajo el atronar de los helicópteros, entre el arroyo del Infierno y el de Cerromalejo, y pasando junto canchales evocadores de la Sierra madrileña: el refugio de Aurrulaque, el camino Smith, el alto de los poetas, el mirador Luis Rosales...

De nuevo durante la jornada salieron voces insistiendo en que la campeona olímpica estaba bien de salud y de ánimo. Esta vez, a esa versión de la familia se ha unido la de Ignacio, heladero de Aravaca, que la atendió el sábado 24 y la vio bien.

El portavoz de la familia lamentó lo peleada que está su cuñada con los móviles, y el hecho de que «con demasiada frecuencia» se iba de marcha solitaria, a refugios de montaña, sin teléfono. La Policía tiene ya por seguro que la mujer que se ve comprando víveres en un vídeo de un supermercado de la localidad madrileña de Pozuelo es efectivamente Blanca Fernández Ochoa. Pero la investigación no descarta ninguna hipótesis.