Jordan Sinclair tomó una decisión arriesgada en 2014, cuando abandonó su trabajo de funcionario en el Gobierno canadiense para unirse a Canopy Growth, una compañía de cannabis medicinal recién creada en Smiths Falls, un diminuto pueblo de Ontario donde se fabricaron durante años los chocolates Hershey. «Por entonces no era más que una pequeña empresa, pero al hablar con los dueños me transmitieron lo que sonaba como un proyecto increíble», dice al otro lado del teléfono.

Aquella pequeña empresa tiene ahora una capitalización bursátil de 13.000 millones de dólares. Es la mayor compañía mundial del sector, la primera en obtener una licencia para exportar cannabis a Estados Unidos destinado a la investigación. Es una de los pesos pesados del nuevo mercado de la marihuana legal en el segundo país más grande del mundo, una industria que aspira a generar más de 4.300 millones en ventas en el 2020. Tanto el Gobierno federal como las provincias y los municipios se quedarán su parte en forma de impuestos.

Los números reflejan las expectativas estratosféricas que ha generado la nueva industria, que va mucho más allá del centenar largo de productores autorizados hasta ahora. A su alrededor ha crecido un lucrativo universo de abogados, lobistas, empresas de comunicación, tecnológicas y proveedores logísticos.