Todos los usuarios de Facebook han contestado alguna vez a un test. Por distracción, por curiosidad. Han respondido a preguntas para saber «qué se esconde tras tu ojos», «cuáles son las personas más importantes para ti» o «qué opina de ti tu mascota». Se llama ingeniería social y es la forma de convencer a otro para obtener información confidencial sin que se dé cuenta. Hay auténticos maestros del tema, y las redes sociales son ahora uno de los grandes escenarios, ayudados por la capacidad de proceso de datos masivos (big data) y la inteligencia artificial (machine learning). Pero además existe el scrapeo (web scraping, en inglés), técnicas informáticas para extractar datos de una web y que, como casi todo en esta vida, se puede usar para muchas cosas.

Ya para entrar en Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, Youtube o Google+, lo primero que piden al futuro postulante es nombre y apellidos, correo electrónico y una contraseña para crear la cuenta. En Facebook, además, si eres hombre o mujer, la fecha de nacimiento (hay quien se contenta con que afirmes que tienes más de 13 años, edad legal de consentimiento para que traten tus datos) y el número de teléfono. Como Facebook, WhatsApp e Instagram tienen los mismos dueños, lo que vale para uno vale para todos, o al menos así fue hasta que la Comisión Europea les exigió frenar la transferencia de información. Y si no, para eso está el Entra con tu cuenta de Facebook, o de Google.

SABEMOS QUIÉ ERES // Sin que lo sepas, y como cualquier otra web que use cookies (es decir, todas), captan también el dispositivo, la dirección ip (que revela también la localización), idioma, hora y navegador. Nada de eso es trivial. Sin que lo hayas dicho, ya se sabe de dónde eres, qué idioma hablas, qué haces a esa hora y cuánto dinero tienes (la marca del móvil o el ordenador da pistas).

Cuando entras en Facebook, Twitter, Instagram o Youtube, ya estás mostrando qué te interesa a partir de tus primeras acciones, cuáles son tus amigos (lo primero que te pedirán será que los invites), y seguramente de qué trabajas y dónde (otro dato socioeconómico). Si lo haces desde el móvil, además revelas por dónde te mueves en cada momento.

Pero la red social no es la única que lo sabe. Si desde Facebook accedemos a un test, salimos de la plataforma para entrar en un servicio externo (una app) a la que también daremos acceso (permisos) en distintos rangos. El más elemental es la información básica: nombre, ciudad, sexo (que si no, se deduce por el nombre), correo electrónico y lista de amigos. Si el desarrollador lo pide (y se lo justifica a Facebook) puede tener acceso también a tu presentación (la «biografía» y los «hechos relevantes» que fue pidiendo Zuckerberg), fecha de nacimiento, estado civil («relaciones»), lugar de trabajo, de estudios, religión y frases destacadas. ¿Y cómo sabe Facebook todo eso? Se lo ha ido explicando el propio usuario.

Fue la Comisión Europea quien puso coto al despropósito, del que se aprovecharon muchos, entre otros Cambridge Analytica. Cuando los reguladores de la protección de datos (en principio las agencias nacionales) se dieron cuenta de eso, forzaron a Facebook a rectificar. El proceso, que fue acompañado de todo tipo de justificaciones, supuso el cambio de condiciones de casi 5.000 apps y el cese de otras muchas.