María Jesús M. C., Maje, de 30 años ahora, y Salvador R. L., recién cumplidos los 50, se sentaron el miércoles en el banquillo de los acusados en uno de los juicios que mayor expectación mediática ha suscitado en la Ciudad de la Justicia: el del asesinato del ingeniero de Novelda Antonio Navarro, muerto de ocho cuchilladas en el garaje de su casa, en la calle Calamocha del valenciano barrio de Patraix, a las 7.40 horas del 16 de agosto de 2017. El inicio de la vista y la llegada de los dos acusados se hicieron esperar. Maje primero y Salva, a continuación, no entraron en la sala, escoltados por sendas parejas de la Policía Nacional, hasta casi las dos y media de la tarde.

La sesión del miércoles, la primera, había empezado cuatro horas antes, pasadas las 10.15 horas, con la selección del jurado a puerta cerrada. Primero hubo que dirimir las excusas sobrevenidas de nueve candidatos. Después, de los más de veinte que quedaron tras ese paso inicial, acabaron siendo elegidos los nueve titulares del jurado —cinco mujeres y cuatro hombres— y los dos suplentes —una mujer y un hombre— una vez recusados los candidatos menos idóneos a partir de las preguntas que les formularon.

A todos, el fiscal, Vicente Devesa, les planteó la misma cuestión: si serán capaces de abstraerse de cualquier información previa sobre el caso que puedan haber conocido por los medios de comunicación.

La pregunta no es baladí. La defensa de Maje, ejercida por Javier Boix y Alicia Andújar, persigue desde el inicio del proceso una idea: que los jurados están contaminados por la cobertura mediática del caso. Lo que Boix denomina "el juicio paralelo".

Todos los jurados dijeron estar preparados para juzgar a los acusados única y exclusivamente por lo que van a ver, escuchar y percibir dentro de la sala Tirant lo Blanc en la que se desarrolla el juicio. Menos una. "Jo ho tinc clar", respondió a la acusación pública, de manera que tuvo que ser recusada y apartada del proceso.

Maje y Salvan entran en la sala donde se juzga el crimen de Patraix

Eran las 14.19 horas cuando María Jesús M. C. entró en la sala y fue acompañada hasta el asiento reservado al lado de sus dos abogados. Un minuto después, se produjo la llegada de Salva, también escoltado, que fue sentado en el lado contrario del conjunto de mesas que albergan a las defensas y a los acusados.

Tres minutos más tarde, el presidente del Tribunal del Jurado, José María Gómez, anunció la apertura el juicio oral y explicó a los jurados no sólo la dinámica del juicio, sino que además les animó a que tomasen notas y a que formulasen cuantas preguntas estimasen oportunas para vencer cualquier duda y llegar al veredicto del jurado con todos los elementos necesarios para motivar su decisión final.

A partir de ahí, los jurados escucharon el escalofriante relato que el fiscal realizó en su calificación provisional, adelantada en su día por Levante-EMV, donde explicaba cómo se gestó la relación sentimental y sexual entre los coacusados y cómo en un momento determinado se habrían puesto de acuerdo para eliminar al marido de ella. Y cómo el asesino confeso compró los elementos para perpetrar el crimen y esperó a la víctima para matarla de ocho cuchilladas. Por esos hechos, solicita 18 años de prisión por la agravante de parentesco.

Le siguieron la lectura de las calificaciones de la acusación particular —mismos hechos, pero penas más altas: 25 para ella; 20 para él—, y las de las defensas de Salva, que solicita que sea absuelto porque, a su juicio, mató a Antonio convertido como estaba "en una marioneta de María Jesús", y la de la defensa de esta última, que pide también la libre absolución.

Una vez leídos los escritos, comenzaron los alegatos iniciales de las partes. El primero, el fiscal, en un relato directo y claro, contó al jurado que ambos "urdieron un plan muy inteligente" y cometieron un crimen "muy difícil de investigar, porque nada relacionaba a Salvador con Antonio, nada tenía contra él y ni siquiera se conocían". Les remarcó que "fue la acusada quien dominó todo el tiempo ese plan criminal" y que "el crimen no se habría producido sin ella", a la que señaló como la persona que le facilitó no solo todos los datos sobre su marido, sino también las llaves para acceder al garaje, el único sitio donde podían matarlo impunemente, y procuró el momento haciendo que Antonio aparcase su coche en el interior de ese lugar la noche anterior al asesinato.

Devesa concluyó que lo hizo para beneficiarse económicamente —detalló los 1.137 euros de la pensión de viudedad, el seguro de vida, una póliza del trabajo y la parte de la herencia sobre el piso— y para "eliminar un obstáculo". "Asumió el papel de viuda desconsolada que clama justicia, pero se lo pasaba bien, y se la notaba aliviada. Ustedes lo escucharán y verán en esta sala con las conversaciones y los wasaps", anunció.

Llegado el turno de la acusación particular, los abogados de la familia de la víctima, Miguel Ferrer y Patricia Cogollos, se presentaron como "la voz de Antonio en este juicio". "Demostraremos que utilizó la mentira, el engaño y la manipulación de un modo sorprendente y ello para que una persona distinta a ella ejecutara el plan y asumiera la responsabilidad para quedar como la pobre viuda desconsolada". Repitió que pide la condena para ambos, "porque es lo que Antonio habría querido" y puso el acento en que las conversaciones grabadas por la policía que se escucharán en el juicio demuestran que en maje no hubo "ni pizca de arrepentimiento".

Llegado el turno de la defensa de Salva, su abogada, Julita Martínez, pidió perdón en nombre del acusado a la familia de Antonio e hizo ver a los jurados que su defendido "es una buena persona que tenía una vida privilegiada", pero "ha sido una víctima, un iluso en manos de una depredadora" (en referencia a la acusada), que le llevó a destrozar "su vida y las vidas de otros".

"Su conciencia, su fe y su profundo arrepentimiento hicieron que finalmente quisiera contar la verdad. Y ahí es cuando empezó a encajar el puzzle", explicó en referencia al cambio de versión de Salva, quien dejó de exculpar a Maje en noviembre de 2018.

Cerró el turno Javier Boix, que fundamentó su alegato en dos ejes, básicamente: leerle la cartilla a los jurados para advertirles de que solo podrían declarar culpable a su defendida, María Jesús, si consideran que así queda acreditado en el juicio, y que no la juzguen cayendo "en la trampa moral-sexual" tendida, según él, durante el juicio paralelo al que se habría visto sometido el caso en los medios de comunicación.

A punto de acabar la sesión, aún dio otra puntada más con hilo: aprovechando la aportación de un informe, solicitó que Maje el viernes, como estaba previsto, sino al final del juicio. Aunque, a priori, parece una ventaja, puede convertirse en un dardo envenenado porque, para cuando la acusada niegue las acusaciones, los jurados ya habrán escuchado a todos los testigos, a la Policía, a los forenses y a los psiquiatras, y habrán visto y oído las conversaciones y el resto de las pruebas aportadas en la causa. Eso sí, ha conseguido cambiar el calendario y ahora el juicio acabará un día más tarde.