Las nueve de la mañana. Una llamada de alerta del avión del Ejército del Aire español llega al centro de información de Roma, advirtiendo de una sospechosa embarcación con libios a bordo entrando en aguas internacionales. El buque español Navarra recibe en su Centro de Información y Combate el aviso y prepara motores para el abordaje. Coge 20 nudos de velocidad, colocándose a dos millas de los chacales (el término acuñado para denominar a los mafiosos libios que trafican con personas), pero la goma libia se percata y acelera. Sabe que una vez dentro de las aguas territoriales libias, el buque español poco puede hacer. De entrar, estaría vulnerando la soberanía libia.

«Vamos a por ellos», repite el Comandante de la Navarra, Vicente Cuquerella. Los chacales consiguen escapar. Y la tripulación detiene el timón. «Es evidente que son traficantes», manifiesta Cuquerella.

La misión de la UE en lo que lleva de operación, desde junio de 2015, ha detenido a 101 chacales, sin embargo, el verdadero cogollo de la mafia está en tierra, dentro y fuera de las instituciones del país africano.

«Insistimos en el momento de socorrerles que se mantenga quietos, que todos serán rescatados y deben ponerse bien los chalecos», explica un miembro de la misión, Jacobo Palacín, emocionado cuando recuerda el rescate de una lancha solo con niños.

«Podría ser mi hijo», añade. El pasado jueves, la Navarra rescató a 217 inmigrantes que viajaban en una lancha neumática. Entre ellos había una mujer en avanzado estado de gestación que, tras ser subida al navío español, se puso de parto y dio a luz a una pequeña.

«No pasa un día sin pensar en el chico que viajaba solo desde Sudán. Toda su familia ahorró para él. Increíble», recuerda Jesús Ferragut, traductor de la misión. Y añade: «Un héroe. Todos son héroes de la vida». La historia de una mujer de Nigeria que se acopla a un convoy de emigrantes, huyendo de la organización criminal Boko Haram y se expone a maltratos y abusos sexuales también se encuentra entre las anotaciones de Ferragut, como algo difícil de olvidar. Una vez rescatados, los emigrantes son trasladados a la cubierta de la Navarra donde el equipo de emergencias asiste a los heridos.

«A veces llegan desnudos porque se deshacen de la ropa mojada», comenta una marina. Ropas, toallas, zapatos y alimentos se reparten antes de desembarcarlos en un viaje al vacío pero seguro. Ya están en Europa. Es cuando miran al cielo y gritan alegremente «aleluya» porque se cumplió el sueño europeo.