Pamplona se vistió ayer de blanco y rojo en el inicio de los Sanfermines, su fiesta más popular que cada año atrae a miles de visitantes de todo el mundo. A las 12 del mediodía fue cuando oficialmente comenzó la festividad con un Chupinazo que este año ha estado protagonizado por representantes de Motxila 21, un grupo musical formado por 12 jóvenes con síndrome de Down y nueve voluntarios. La capital navarra ha lanzado así al mundo un mensaje claro en favor de la diversidad y la discapacidad.

Ibai Ganuza y Leire Zabalza fueron los encargados de prender la mecha. En ese momento estalló la emoción en la plaza del Ayuntamiento. Allí, desde horas antes comenzaron a congregarse miles de personas vestidas de blanco, haciendo caso omiso a los llamamientos a vestir de negro lanzados por las redes sociales en protesta por las agresiones sexistas, unas iniciativas rechazadas por los colectivos feministas y movimientos populares navarros.

MENSAJE // Pamplona no quiere renunciar a la ideosincrasia de sus fiestas, pese a que justo en los Sanfermines de este 2018 se cumplan dos años del abuso sexual (según el juez, pues para mucha gente fue una violación) de la Manada y una década ya del asesinato de Nagore Laffage. Aunque el segundo acabó de un modo mucho más trágico que el primero, estos dos casos de violencia machista siguen muy vivos en el corazón de la ciudadanía pamplonica en particular y española en general. Pero los homenajes a Nagore y la repulsa al caso de la Manada se produjeron días antes del Chupinazo. El mensaje lanzado es claro: los Sanfermines no son sinónimo de violencia machista.

Una pegatina de una mano roja es el símbolo que desde hace años simboliza el rechazo a los abusos en los Sanfermines y que forma parte de la campaña municipal. De hecho, muchas mujeres (y también algún hombre) acuden a las fiestas con este símbolo, presente en calles y edificios. Durante estos años, Pamplona ha reiterado su rechazo rotundo hacia casos como el de La Manada o Nagore. Pero la ciudadanía lamenta que se asocien este tipo de agresiones a una fiesta de la que se siente orgullosa.

Pese a todo, los Sanfermines atraen a muchísima gente de fuera de Navarra. Música, gritos, buen humor y olor a sangría es lo que desprendían las calles de Pamplona este primer día de Sanfermines. La alegría de su población es indisimulada. Las autoridades e invitados reunidos en el Ayuntamiento se sumaron a la fiesta, también de blanco, bailando en los balcones de la casa consistorial, donde todos al unísono y tras los vivas a San Fermín se colocaron los pañuelos rojos al cuello, símbolo evidente de que las fiestas han comenzado.