Shenzhen, una de las mayores ciudades de China, anunció ayer que incorporará en mayo la prohibición de comer perros y gatos a la de comerciar y consumir animales salvajes, impuesta en el marco de la crisis del coronavirus.

En su página web, el Gobierno municipal de dicha ciudad asegura que se trata de la «regulación más estricta» que se ha impuesto en China desde que las autoridades nacionales iniciaron una campaña contra el consumo de animales salvajes tras las sospechas de que el brote de covid-19 pudo estar relacionado con un mercado de la ciudad de Wuhan, donde se vendían.

La lista de animales terrestres permitidos se limita a cerdos, vacas, ovejas, burros, conejos, pollos, patos, ocas, palomas y codornices, así como a «otros incluidos en el Directorio Nacional de Recursos Genéticos de Ganado y Aves Domésticas», donde también figuran otras especies como búfalos, camellos o caballos.

Queda así prohibido también comer animales como serpientes o lagartos; sin embargo, la megalópolis suroriental también permitirá seguir consumiendo productos acuáticos que no estén específicamente prohibidos, como tortugas o sapos. Quienes sigan consumiendo animales salvajes tendrán que enfrentarse a multas de, como mínimo, 150.000 yuanes (19.320 euros), mientras que quienes los vendan harán frente también a sanciones que comienzan por los 100.000 yuanes (12.880 euros).

Además, la organización Igualdad Animal ha lanzado una campaña global en la que reclama a la ONU la prohibición de los mercados de animales vivos en todo el mundo para «proteger la salud y seguridad pública», ya que consideran que son un peligro inmediato y real». Con imágenes inéditas, obtenidas en mercados de este tipo en China, India y Vietnam, entre ellos el de Wuhan, la campaña incluye una petición a António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, para prohibir «los mercados húmedos».