Hablar en público o delante de un grupo de personas es una situación que puede generarnos mucho estrés. No solo es difícil para los adultos, para los niños también.

No importa la edad; sentir los nervios que te recorren el cuerpo cuando todo el mundo te mira es complicado de manejar. Hay niños y niñas a los que no les cuesta llevar la voz o hablar delante de un número gran de personas, pero hay otros a los cuales les llega a condicionar, ya sea ante una pregunta de un adulto o en un juego grupal.

Como muchos otros aspectos, gestionar las emociones que produce hablar en público pueden entrenarse, sobre todo si se tienen estrategias para ello.

Hablar en público: la asignatura pendiente

Dos cosas importantes:

1. Saber hablar en público puede ir perfectamente de la mano con un niño con una personalidad más introvertida. El objetivo no es que cambie su personalidad y se vuelva más extrovertido, el objetivo es que aprenda a pronunciar bien, que gestione sus emociones y sepa perder la vergüenza que desarrollamos con la edad.

2. Como cualquier aspecto a educar, debe realizarse cuanto antes y ser constantes en el tiempo. Los cambios llegan poco a poco.

La vergüenza es uno de los factores que más condicionan a la hora de hablar en público. Este sentimiento es natural y habrá épocas donde lo muestren mucho más, sobre todo en la adolescencia.

¿Qué vías podemos utilizar para perder la vergüenza?

1. Actividades como el teatro pueden ser un gran aliado a la hora de hablar en público y perder la vergüenza. Por supuesto, siempre y cuando entre dentro de sus intereses. Es decir, obligarlo a asistir a teatro cuando no quiere, es una pérdida de tiempo, ¿por qué? Porque lo verá más como un castigo que como un beneficio y no irá encaminado a conseguir el objetivo inicial.

2. Leer cuentos delante de una cámara y que luego pueda verse a sí mismo. De esta forma puede evaluar en qué falla, qué puede mejorar y qué recursos puede utilizar para sentirse más cómodo.

3. Cantar canciones entre dos niños y mirarse a los ojos. Un gesto muy común es evitar la mirada cuando hablamos, a pesar de que sabemos que el contacto visual nos permite mantener la atención en lo que la otra persona está diciendo.

4. Evitar etiquetarle como un niño tímido o vergonzoso, porque cuando pones una etiqueta a un niño es como lanzar una profecía que finalmente se cumplirá. Recuerda que cuando son pequeños la referencia que tienen hacia sí mismos es la información que reciben de los adultos que están a su alrededor.

5. Deja que cuando alguien le hable o le pregunte responda él y de nuevo, evita justificarle a través de etiquetas como ser tímido o vergonzoso, provengan de quien provengan.

6. Reforzar positivamente cuando responda ante un adulto o consiga pequeños logros personales.

7. Estimular que haga preguntas a otras personas como, por ejemplo, pedirle que pregunte por algún producto en el supermercado, pedir la cuenta en un bar, etc.

8. Evitar criticarlo cuando habla o decir algo negativo sobre ello. Para tu hijo ya es difícil ese momento como para sentir las críticas o la mirada crítica de un adulto.

9. No forzarle a que haga algo que no desea hacer como, por ejemplo, pedirle que le enseñe a la abuela la última canción que ha aprendido en clase. Es mucho mejor que cuando esté la abuela con él se lo pregunte o que incluso salga por su propia iniciativa. Es muy diferente estimular para que hagan algo a obligarles.

¿Y qué podemos mejorar en la vocalización y la articulación?

1. Lectura de trabalenguas: De esta manera, el niño ganará agilidad articulatoria, lo que mejorará la inteligibilidad de su habla.

2. Lectura de poesía: La lectura de poesía o teatro ayuda al niño a vocalizar, modular su voz y articular claramente los diferentes fonemas.

3. Lectura en voz alta: Es muy importante para trabajar la dicción, y ayudará al niño a ejercitarla.

4. Lectura sobrearticulada: Es una técnica que permite al niño adquirir una buena pronunciación de cada fonema.

5. Ejercicio del lápiz: coloca un lápiz o algo parecido entre los dientes del niño y pídele que lea en voz alta. De esta manera, su lengua y sus músculos faciales deben esforzarse más para obtener una mejor dicción. Se puede hacer también improvisando una conversación.

Las situaciones que nos hacen salir de nuestra zona de confort siempre nos van a hacer sentir incómodos, eso debemos aceptarlo. Pero aprender a gestionar nuestras emociones para enfrentarnos a ello es mucho más efectivo y satisfactorio. Aprender a hablar en público es una de esas habilidades que formarán parte de nuestra vida, dejemos que nuestros hijos aprendan a navegar en esas aguas turbias con confianza.