Fuentes de la Sección de Propiedad Intelectual de la Policía Nacional llevan detectando presencia creciente de senegaleses en el top manta desde el 2001, pero es desde hace cinco años que los muridís (la mayor cofradía del islam al sur del Sáhara) tienen una presencia monopolística en esta modalidad de venta ambulante. Uno de cada cuatro senegaleses es muridí, y todos, bajo el liderazgo de marabús (líderes religiosos), tienen como califa a Moutakha Mbake,

El ndiguel, código interno de la cofradía, les obliga a ser solidarios. Su base es la ayuda mutua, el servicio o kidma, el perfeccionamiento personal y la santificación por la vía del trabajo en equipo. El mismo código les cohesionaba en el Senegal campesino formando dahiras (asociaciones, parroquias) administradas jerárquicamente por un jeque.

De hecho, tres federaciones de dahiras (Cataluña, Madrid y Andalucía) lideran en España. A través de ellas, una vez al año se canalizan donaciones desde cuentas bancarias españolas hasta una cuenta en Tuba, en el centro de Senegal, su ciudad santa.

VIOLAR LA LEY // Las fuentes policiales consultadas no llaman mafia a las redes de manteros, porque no las cataliza la amenaza de muerte. Pero sí ven características de organización criminal. Organización porque hay jerarquía, omertá (ley del silencio para con la policía) y recaudación organizada del dinero ganado y blanqueo, con frecuencia en forma de donaciones a mezquitas de dentro y fuera de España. Pero la principal sombra de una organización detrás del top manta es la ausencia de riñas por el espacio. Alguien pone orden.

Esa organización es criminal porque genera lucro por la comisión de un delito, el de venta ambulante de productos que violan la propiedad industrial. El artículo 274 del Código Penal lo castiga con entre seis meses y dos años de cárcel. «Pero el mantero no tiene conciencia de ilegalidad --comenta una fuente policial que vigila el creciente fenómeno- ni comprende el concepto de propiedad industrial, ni piensa que haga daño vendiendo sus bolsos o zapatillas».

Ya no hay vendedores con experiencia en conflictos bélicos, antiguos combatientes de África que conservaban entre sí jerarquías castrenses. Numerosos buhoneros negros de ahora eran en Senegal campesinos del cacahuete o pescadores de comunidades muy propensas a la emigración.

En la Asociación Española de Defensa de la Marca (Andema) creen que se está produciendo un cambio en la relación del mantero con sus suministradores, del antiguo asalariado a una modalidad de falso autónomo.

Desde el 2015, los traficantes de productos falsificados se han dado cuenta de que es menos arriesgado vender, o dar a crédito su mercancía al mantero, que pagarle por vender. Si el mantero sufre una incautación policial, será él quien pierde la mercancía. Él pasa a ser propietario de lo que vende --aunque no lo haya elegido--, «y eso explica que se hayan vuelto agresivos cuando se les intenta incautar el producto», opinan desde Andema.