He aquí una prueba de su talento como actor: en 'El editor de libros', retrato de Max Perkins -uno de los grandes talentos editoriales del siglo XX- y de su relación con escritores como F. Scott Fitzgerald o Ernest Hemingway o sobre todo Thomas Wolfe, el británico logra que una profesión basada en leer y marcar páginas con un rotulador rojo resulte excitante.

El título original de la película es 'Genius'. ¿Qué es para usted un genio? Al menos en el ámbito del arte, es alguien que crea algo magnífico a partir de una capacidad especial para percibir algo que los demás no somos capaces de percibir; alguien con libertad de visión y valentía singulares, y con un deseo particular de ignorar las reglas y los límites que nos vienen impuestos. He tenido ocasión de conocer a alguno, y son gente triste. Debes de sentirte muy solo cuando es imposible que el resto del mundo te entienda del todo.

¿Alguna vez sintió usted mismo el impulso de considerarse un genio? No, no. Me conformo con sentir que, a lo largo de los últimos 25 años, me he convertido en un actor más curioso y más dispuesto a expandir los límites tanto del tipo de papeles que escojo como de mi modo de afrontarlos. En todo caso, no es bueno que un actor sea un genio, porque su misión es ponerte al servicio del texto y adaptarse a la visión del director. Yo no soy más que un instrumento.

Max Perkins está lejos de ser el primer personaje hermético que encarna en su carrera. ¿Qué le atrae de ellos? Al final, los actores somos esclavos de los papeles que se nos ofrecen. Dicho esto, me gustan esos personajes porque son seres en peligro de extinción. Hoy en día todo el mundo quiere hacerse notar. Somos una sociedad de exhibicionistas. Quizá nuestros antepasados también tuvieran esa necesidad, pero ellos no contaban con Facebook o Twitter para satisfacerla.

Según la película, Perkins fue más que un editor para Wolfe, Hemingway y Fitzgerald: fue casi un padre. Cierto. Él no tenía hijos varones y sin duda su relación con esos escritores, especialmente con Wolfe, suplió esa carencia. Además, tenía un lado salvaje reprimido en su interior, porque a lo largo de su vida él no viajó, ni participó en la guerra, ni corrió en los Sanfermines, y su relación con esos autores le permitió participar de las aventuras que ellos vivían.

Especialmente en su retrato de Wolfe, la película parece vincular la inspiración creativa con los demonios personales. ¿Diría usted que los artistas atormentados son más productivos? El dolor puede resultar inspirador, pero también hay escritores felices ahí afuera. Los actores tienen tendencia a fetichizar el sufrimiento. Cuando era estudiante de teatro me llamaba la atención el modo en que mis compañeros trataban deliberadamente de torturarse, como si sus interpretaciones no fueran a ser válidas a menos que implicaran tormento. El sufrimiento por sí solo no aporta nada, de otro modo todos seríamos genios. Quien debe sufrir no es el actor sino el espectador.

¿A qué se refiere? Una obra de arte no puede ser valiosa si no transmite drama y conflicto. No creo que un libro, o una película, o una pintura, deban aspirar a ser amables, o bonitos. Como decía Tom Waits, el mundo es un sitio infernal y los malos escritores fastidian la calidad de nuestro sufrimiento.

El editor de libros retrata una época en la que la literatura parecía importar más que ahora. ¿Siente nostalgia? Yo leo mucho, y echo de menos tener más gente con la que hablar de libros. La página impresa está en vías de extinción. Ustedes los periodistas lo saben muy bien. Y cuando dejen de imprimirse periódicos acabará una forma de hacer periodismo. La gente no tiene paciencia para leer artículos largos por internet. Hay demasiados 'links' sobre los que hacer 'click'.

¿Cree que las nuevas tecnologías nos han empobrecido culturalmente? No me atrevo a hacer esa reflexión. A pesar del ruido y la falta de civismo que suele haber en las opiniones vertidas en internet, es una herramienta extraordinaria, sobre todo para gente que ve su libertad de expresión limitada. Deberíamos dejar de pensar en lo que perdemos con los avances, y pensar más en lo que ganamos.