Las temperaturas más suaves de las últimas décadas están cambiando el aspecto de la superficie y creando espacios cubiertos de verde en los territorios más templados de la Antártida. Lo más característico son los musgos, ahora visibles en grandes concentraciones durante los meses del verano austral, pero también proliferan multitud de líquenes, algunas algas terrestres, hongos y las dos únicas plantas con flor autóctonas del continente: el pasto antártico (Deschampsia antarctica) y el clavel antártico (Colobanthus quitensis). Todas estas especies resisten en letargo el largo invierno y luego son capaces de rebrotar con fuerza en los territorios que en verano quedan descubiertos de hielo. «Lamentablemente, en pocos años las diferencias son obvias --comenta Juan Kratzmaier, aventurero, fotógrafo y guía turístico con dilatada experiencia en la Antártida--. Cada vez se ve más verde».

Según ha cuantificado un estudio publicado recientemente por investigadores de las universidades británicas de Exeter y Cambridge, así como del British Antarctic Survey, el crecimiento vegetativo de los musgos en las islas de la península antártica se ha acelerado en los últimos 50 años y también se ha multiplicado el territorio cubierto por estas plantas briófitas durante los meses de junio, julio y agosto.

Concretamente, según explican los investigadores británicos, los musgos que antes crecían menos de un milímetro por año, ahora lo hacen más de tres milímetros. Como consecuencia, ahora hay en verano entre cuatro y cinco veces más musgo que hace 50 años. Los nuevos musgos, añaden los científicos, forman una especie de capa superior protectora que luego favorece la conservación de las capas inferiores.