Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda del Norte. Los escándalos sexuales y los casos de abusos cometidos por la Iglesia católica se extienden a toda la geografía del Reino Unido. Sacerdotes, frailes benedictinos, miembros de los Christian Brothers, priores y educadores han terminado en la cárcel después de años de impunidad. Largas penas, como los 22 años de prisión que recibió el padre Alexander Bede Walsh por graves agresiones en la archidiócesis de Birmingham. O los 14 de condena para James Carragher, antiguo director de un internado en la diócesis de Middlesbrough, que abusó durante dos décadas de los chicos a su cuidado.

Los agresores contaron con la complicidad y el encubrimiento de las autoridades eclesiásticas. Siendo arzobispo, el hoy cardenal Cormac Murphy-O’Connor, permitió, a pesar de conocer lo que ocurría, que en la diócesis de Brighton, el padre Michael Hill abusara durante dos décadas de decenas de chicos. Las autoridades eclesiásticas también permitieron que James Robinson escapara a Estados Unidos, después de ser acusado de agresiones sexuales en varias parroquias inglesas. Cuando finalmente fue extraditado recibió 21 años de cárcel.

INFORME EN IRLANDA DEL NORTE

El último informe sobre abusos históricos de la iglesia católica en el Reino Unido se refiere a Irlanda del Norte y se publicó el pasado mes. En él se describe lo ocurrido en veintidós parroquias e instituciones regidas por el clero, donde los agresores dejaron decenas de niños y jóvenes traumatizados.

El caso de la República de Irlanda es uno de los más sobrecogedores y siniestros. Las víctimas se cuentan por miles, durante décadas. La extensión de los abusos y la impunidad de los agresores quedó plasmada en un informe oficial en el 2009. En uno de los casos, cuatro arzobispos en Dublín hicieron la vista gorda entre 1975 y el 2004. El propio cardenal Sean Brady estuvo presente en 1975 en una reunión en la que se hizo jurar a los niños, víctimas del fraile pederasta Brendan Smyth, que guardarían silencio y no contarían lo ocurrido.