Una alerta llega al teléfono móvil: "Has estado en contacto con un positivo por coronavirus". Esto puede ocurrir en España dentro de un tiempo si se acaba usando algún sistema de rastreo digital de contactos en la lucha contra el covid-19.

Países como Alemania, Reino Unido y Francia y empresas como Apple y Google, unidas para esta causa, están trabajando en crear sistemas y aplicaciones para teléfonos que permitan este rastreo o 'contact tracing' en su término en inglés.

Trazar movimientos

En el momento en el que una persona da positivo por coronavirus, uno de los trabajos más laboriosos es el de trazar sus movimientos y localizar a los contactos que ha tenido mientras para advertirles y pedirles que se pongan en cuarentena.

Este trabajo de rastreo es uno de los modos más efectivos de frenar la expansión de enfermedades contagiosas: localizar los focos, los contactos de esos focos y aislarlos. El éxito de Singapur en el control del coronavirus al principio es un ejemplo de esto, aunque allí se hacía de modo manual.

Cuando los casos se disparan, la tecnología puede ayudar en ese trabajo. Hay diferentes modelos de aplicaciones de móvil que hacen este seguimiento. En líneas generales, en Asia son más intrusivas: no son anónimas, recolectan datos personales y localizan por GPS.

En Europa, por su parte, se busca un modelo más respetuoso con la privacidad. Las aplicaciones se basan en el rastreo por Bluetooth de forma anónima y descentralizada mientras no haya un positivo en el entorno.

Bluetooth es la tecnología que utilizan los móviles, por ejemplo, para conectarse con unos auriculares inalámbricos o con un reloj inteligente. Es una señal de radio de corto alcance que permite enviar y recibir datos.

Cómo funcionan

En líneas generales, las aplicaciones funcionarían de una forma similar. El teléfono va generando una serie de códigos únicos y los transmite por Bluetooth. Cuando otro dispositivo entra en el área de alcance de la señal, la detecta y empieza recibir esos códigos.

Los códigos son una serie aleatoria de caracteres que no contienen ninguna información sobre la identidad o la ubicación del emisor. Si los dos aparatos, emisor y receptor, están cerca, a menos de dos metros, un cierto tiempo, los teléfonos almacenan esos códigos.

Si al cabo de un tiempo, el propietario de uno de esos teléfonos da positivo por coronavirus, el médico o las autoridades sanitarias le pueden pedir que añada a una base de datos, que puede gestionar el Gobierno, los códigos que ha ido enviando su móvil.

Mientras tanto, todos los usuarios del sistema se conectan periódicamente esa misma base de datos para consultarla. Si un día el teléfono detecta uno de los códigos que recibió mientras estaba cerca de otro aparato, hará saltar una alarma e indicará que se ha estado cerca de un positivo por covid-19 durante un tiempo.

Los pros y los contras

Este sistema tiene sus defensores, porque es más respetuso con la privacidad que los que se implantan en países como China, Taiwán o Corea del Sur. Y porque esta trazabilidad de contactos tiene que permitir frenar la expansión del virus.

Pero también tiene sus críticos, que apuntan varios tipos de problemas. Uno, sobre la precisión y el riesgo de falsos positivos. Dos, sobre la seguridad, porque el Bluetooth se ha considerado a menudo un sistema vulnerable. Tres, por la extensión del uso, ya porque la ‘app’ sea voluntaria, ya porque muchos móviles no tengan capacidad. Y cuatro, por quién y cuánto tiempo se gestiona la base de datos.