Los cientos de castellonenses que cada año peregrinan a Pamplona atraídos por la magia taurina de los Sanfermines han enmudecido ante la suspensión de estas fiestas en las que el toro es el gran protagonista. Ayer vivieron su particular Pobre de mí, que entonaron entre sollozos y alzando la vela de la nostalgia. No habrá chupinazo a las ocho ni carreras en el adoquín con los belfos pidiendo paso a la marea blanca y roja. El sueño roto.

«Estoy muy triste, es una pena muy grande», asegura con la voz entrecortada quien lleva toda su vida corriendo los encierros de Pamplona. Se trata de Alberto Guillamón, Torrechiva, de Onda. Toda una institución. El icono de esa ola de veneración mediterránea hasta la tierrica de los espárragos. «En 46 años es la primera vez que no podré ir a una fiesta que he vivido toda mi vida y que el virus nos ha quitado».

«Tenía una pequeña esperanza, pensaba que se iban a aplazar a septiembre, que es cuando se celebra el San Fermin Txikito, pero la decisión parece definitiva», cuenta Juan Luis Marín. El de Almassora lleva tres décadas siendo fiel a su cita sanferminera. Su camiseta azul de la Peña Pirula no la desempolvará este año.

El mítico reloj de la Estafeta Kalea ha comenzado su cuenta atrás para 2021. Esa es la máxima a la que todo el mundo aclama cuando cada año Pamplona baja el telón festivo. Ahora, vuelve a ser la esperanza para cualquier corredor. Ya queda menos.