El día que debía terminar oficialmente la Cumbre del Clima de Madrid, los principales bloques de países enfrentados seguían ayer sin acercar ni un ápice sus posiciones. Los primeros borradores de acuerdos finales dados a conocer por la presidencia de la COP25 por la mañana no hicieron más que enconar la respectivas posiciones especialmente en la propuesta de creación de un mercado mundial de emisiones que ponga precio a la tonelada de carbono. Las negociaciones se prolongaron durante la pasada madrugada con todos los visos de que continuarían hoy.

Uno de los objetivos de la cita era atar el último fleco pendiente de las reglas que permitirán aplicar el Acuerdo de París: la creación de un sistema que permitiría a los países que no alcanzaran sus objetivos de reducción de emisiones comprar derechos a los que lo hicieran sobradamente. Puede ser una buena idea si funciona como lo ha hecho en los últimos años en Europa, donde lleva 15 años implantado.

El problema es que el modelo que figuraba en uno de los borradores facilitados ayer podía comportar que algunos países aplicaran lo que se denomina doble contabilidad. Es decir, que una reducción de emisiones la contara un país para cumplir con los objetivos marcados y sirviera también a otro para incumplirlos. Brasil y Australia encabezan a los defensores de este sistema. Otra trampa incluida en los borradores es la exigencia de algunos países, entre los que también está Brasil y además la India y China, de que los certificados de reducción de emisiones generados a partir del protocolo de Kioto y antes del Pacto de París se puedan transferir a otra etapa.

LÍNEAS ROJAS / No era ningún secreto que para la Unión Europea (UE) estas dos cuestiones eran dos líneas rojas que no se podrían franquear. También exigía un sistema de gobernanza que evitara un desplome de los precios del carbono. «Antes que aceptar un mal acuerdo que signifique un paso atrás, sería mejor dejarlo para la siguiente cumbre. Tampoco es imprescindible para que el Acuerdo de París se ponga en marcha», había repetido varias veces la ministra Teresa Ribera.

El mercado de carbono era desde el inicio el principal candidato a quedar para la siguiente cumbre y esta previsión parece confirmarse. Brasil, Australia, la India y China no han cedido en sus exigencias y todo parece abocado si acaso a un acuerdo de mínimos.

En la otra cuestión clave, la ampliación de la reducción de emisiones en los planes que deben presentar los países el 2020, el borrador presentado ofrecía dos alternativas. O bien se invitaba a los países que quisieran a presentar programas más ambiciones o bien se optaba por no hacer referencia al tema en la declaración final.

La primera de las dos no era muy exigente. Solo una invitación no obligatoria, pero ni siquiera quieren eso la India y China. Los países emergentes defienden la opción de que la cuestión no figure siquiera. No quieren comprometerse a más porque consideran que ya están haciendo suficiente. Se escudan para ello en que una interpretación del Acuerdo de París les permitiría no revisar al alza su reducción de emisiones hasta el 2023.

En el pleno en el que se debaten los borradores, parecía que la India se mostraba receptiva a aceptar la primera opción, pero puso una condición inaceptable para los países avanzados: que cuando al hablar de ambición se incluya en ese concepto la financiación de los países en desarrollo y de los más pobres. Al argumento se sumaron también los países africanos. Desde la retirada de EEUU, Occidente ya no está en condiciones de incrementar la financiación. Solo queda una UE a la greña con sus presupuestos y debilitada por el brexit.