Este verano será recordado, sin duda, como uno de los mejores en la historia del deporte femenino español. El tricampeonato mundial de bádminton de Carolina Marín, la plata de la nadador Jessica Vall, el tercer puesto del equipo de natación artística (antes sincronizada) o los bronces conseguidos por la selección de hockey hierba en el Mundial y por Júlia Takács en los 50 kilómetros marcha del Europeo (además del oro de María Pérez o el bronce de las maratonianas), son solo unos ejemplos más de una corriente que ya es difícil ignorar: el deporte femenino lleva años generando resultados.

Sin embargo, las cifras hablan por sí solas. Conforme a datos de 2016 del Consejo Superior de Deportes, solo una de cada cuatro fichas federativas en España corresponden a mujeres. Por no hablar de la diferencia de interés suscitado en los medios de comunicación. Según Clara Sainz de Baranda, profesora del departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid, solo en poco más del 5% de las casos la mujer es el sujeto noticioso de las informaciones en la prensa deportiva impresa.

Y es que las diferencias entre el deporte masculino y el femenino son aún evidentes. Jose Guirao, ministro de Cultura y Deporte, dice estar dispuesto a revertir la situación. «Desde el principio, al llegar al ministerio, he hecho hincapié en dos cosas fundamentales: primero, el deporte femenino, intentar equipararlo a lo largo del tiempo al masculino en visibilidad y recursos; segundo, el deporte para personas de otras capacidades. Son dos retos muy complicados», aseguró durante la recepción a la selección de fútbol femenino sub-19, que se proclamó campeona de Europa.

Conseguir la equiparación, por desgracia, no será fácil. En este contexto, las palabras del ministro Guirao pueden parecer un brindis al sol si no vienen acompañadas a corto plazo de medidas reales y concretas, y si las empresas, los clubes y las federaciones no se involucran en traducir los dichos a hechos.