Doce días de búsqueda desesperada del pequeño Gabriel concluyeron ayer de la forma más abrupta y dolorosa posible. La Guardia Civil detuvo a su madrastra, Ana Julia Quezada, cuando trataba de trasladar el cadáver del niño desde el pozo en el que lo había arrojado a un lugar cercano a la población donde vivía. La familia recibió el golpe más duro posible. No solo ha perdido un hijo que «era la sonrisa del pueblo» y «les hacía reir a todos», sino que se lo ha asestado una persona de su círculo íntimo.

La detención se produjo después de que los investigadores le tendieran una trampa. El pasado viernes le pidieron que les acompañara a la zona llamada El Cuarenta, en la vecina población de Rodalquilar, donde Ángel y su familia tienen la propiedad de una casa de la que ella dispone de llaves. Sospechaban que había ocultado por allí el cadáver o tenía retenido al niño aún vivo. Le dijeron que una cámara había detectado el paso de un coche de un familiar en esa zona. El objetivo, que creyera que iba a ser descubierta de modo inminente para que se arriesgara a trasladarlo.

SEGUIMIENTO // Al igual que había ocurrido en los últimos días, policías de paisano la siguieron discretamente hasta que pudieron grabar el momento en que sacaba al pequeñito de un pozo situado cerca de la casa. Las sospechas de la familia habían hecho que le quitaran las llaves pero a nadie se le ocurrió mirar en ese pozo.

Luego la dejaron seguir, por si se encontraba con algún cómplice. Cuando estaba a punto de entrar en un párking cercano al domicilio familiar que compartía con Ángel en Puebla de Vícar, a unos 70 kilómetros de Hortichuelas, las fuerzas de seguridad le dieron dado el alto y le obligaron a abrir el maletero. Incluso en ese momento, cuando tras levantar una manta estaba el cuerpo sin vida del pequeño cubierto de barro, sus primeras palabras fueron que alguien le había colocado el cadáver ahí sin que ella lo supiera, porque venía de la playa. No sabía el exhaustivo seguimiento que le habían realizado.

Tras esposarla sobre el capó del coche, los agentes se abrazaron, empezaron a llorar y uno de los policías dio un fuerte golpe contra el cristal del coche. Los vecinos empezaron a llamarla «asesina» y a corear a «queremos a Gabriel». Tras ser trasladada a la comandancia de la Guardia Civil de Almería y ser sometida a un primer interrogatorio, a última hora de la tarde no había confesado.

La lógica indicaría que debió contar con un cómplice en el momento de la desaparición; cuando Gabriel, de ocho años, se adentró en el camino en dirección a la casa de sus primos, Ana estaba en la casa con la abuela y permaneció allí un mínimo de diez minutos más, según reconoció la mujer, de 69 años. ¿Quién se llevó al pequeño entonces? Quizás un cómplice en la misteriosa furgoneta blanca que vieron algunos testigos. No parece posible que pudiera estar en dos sitios al mismo tiempo. Fuentes de la investigación han advertido de la posibilidad de que se produzca una nueva detención en las próximas horas o días, aunque la hipótesis provisional con la que trabajan es que actuó sola.

¿Qué motivos pueden haber llevado a la mujer originaria de la República Dominicana a cometer un crimen tan horrible? Los investigadores solo han deslizado que podrían ser «causas emocionales ligadas a los sentimientos de celos». Era conocido en la familia que Gabriel no se llevaba bien con su madrastra. Algo en el trato que recibía de ella le hacía rechazarla y lo decía a todos.

Patricia Ramírez, la madre, se había despertado extrañamente optimista la mañana de este domingo. Los investigadores estaban indicando que podían estar cerca de la resolución del caso y que había alguna posibilidad de que el pequeño estuviera vivo. En la despedida, tras una breve visita de este periodista durante la mañana a la casa de Las Negras donde se alojaba, ambos nos cojuramos en que encontraríamos a Gabriel vivo esta semana. Ángel estaba mucho más decaído. Sabía que algo no marchaba bien en su propia casa y así lo había dicho a la Guardia Civil.