Al igual que Gregor Samsa, el protagonista de 'La metamorfosis' de Kafka, el escritor Luisgé Martín (Madrid, 1962) sabe bien lo que es sentirse una cucaracha. La diferencia para el madrileño es que él supo recorrer el camino de vuelta, desandar aquella transformación para volver a percibirse como un hombre completo, un ser humano aceptándose a sí mismo en aquella condición, la homosexualidad, que se había negado desde que era adolescente. A los 15 años, un Martín que se cree afectado por una enfermedad maligna juró que nadie sabría que era gay. En el 2006 se casó con un hombre en una ceremonia civil ante más de un centenar de invitados. La crónica de ese recorrido de las sombras a la luz es ‘El amor del revés’ (Anagrama), unas memorias "sodomitas" en las que el autor de la incómoda 'La mujer de sombra' o novelas como 'La misma ciudad' y 'La vida equivocada' realiza un atrevido estriptís que en muchas ocasiones se convierte también en una despiadada consideración para consigo mismo.

A fin reconstruir ese pasado doloroso, de chico tímido que busca enfermizamente a alguien a quien poder amar, al tiempo que no sabe por dónde iniciar su exploración vital (su primer amor llegó tardiamente a los 27 años), el autor ha recurrido a testigos, a cartas y al diario que por entonces llevaba sobre el terreno. “Leído ahora nada hacía presagiar que yo pudiera acabar siendo escritor”. Lo cierto es que necesitaba poner negro sobre blanco aquellas experiencias. "Porque hay un punto en que ni yo mismo me creía que las cosas hubieran sido tan jodidas y me parecían irreales. Así que decidí escribir para mí pero también para todos los que vivieron experiencias parecidas. Necesitaba decirme que yo no era un bicho tan raro, porque hubo gays que lograron vivir su homosexualidad con libertad, pero también algunos que acabaron suicidándose", admite reconociendo el activismo homosexual que desprenden sus memorias.

VALENTÍA

Escrito en estado de felicidad, algo que el autor, admite, suele faltarle en la escritura de otros sus libros en los que suele deslizarse hacia la amargura, 'El amor del revés' no es para Martín un libro exactamente “valiente”, expuesto a lo vergonzoso y a lo infame, como se le ha calificado repetidamente. “La valentía hubiera sido haber vivido esa vida luchando más por uno mismo, no ya por la reinvindicación que hubiera sido un salto cualitativo importante, sino por no haberse dejado pisar en aquel momento”. Para el escritor, su conflicto personal ni siquiera chocaba contra las leyes imperantes en el tardofranquismo o la Transición, sino más bien consigo mismo y sus represiones internas.

Más allá de la confesión homosexual, el libro también quiere mostrar la “mierda de sociedad en la que vivíamos, y en la que todavía vivimos, empeñada en construir barreras absurdas”. Buena parte de esa responsabilidad la dirige a la iglesia católica: “¡Qué empeño han tenido en administrarnos la sexualidad una gente que en teoría no sabe nada del tema!. Por fortuna, su pérdida de influencia ha hecho que todo haya cambiado en la sociedad a mejor”. Se alegra Martín de que el actual Papa esté menos preocupado que otros pontífices en los temas de alcoba, algo "que ha provocado un gran desconcierto en la jerarquía".

"¡He sido tan tonto!", se admira el escritor retrospectivamente frente a aquel chaval reprimido que fue. Lo que no quita para que el relato, descarnado, no sea nada pacato, ya que explica con detalle el perfume y las circunstancias de los bares de ambiente o los cuartos oscuros de Madrid que frecuentó en su momento en busca de algo más, de una relación sexual luminosa. En busca del amor.