No controlar el ruido generado en un bar musical y molestar a los vecinos puede salir muy caro. No solo para el bolsillo del propietario, que también, sino por tener que sentarse en el banquillo de los acusados por un delito contra el medio ambiente y otro de lesiones. Eso es lo que le pasó a Liurvis B. R., que regentaba uno de esos negocios en Barcelona.

Un juzgado le ha condenado a dos años de prisión, dos de inhabilitación para ejercer en la hostelería, multa y el pago de 10.000 euros de indemnización por no corregir el volumen de la música, no hacer caso al Ayuntamiento y romper el precinto municipal.

La principal afectada fue la mujer que vivía en el piso de encima del local. No solo no podía descansar, sino que tuvo que alterar sus pautas diarias de vida, como cenar fuera de casa, dormir con amigos y demorar su llegada a su casa por los ruidos.