El jueves, 16 de mayo de 2013, cuando a media tarde Miguel Blesa recibía una llamada de su hija para preguntarle qué tal había ido su comparecencia urgente ante un juez de la madrileña Plaza de Castilla. “Voy a ir a la cárcel, estoy esperando el auto”, le dijo el exbanquero mientras el magistrado Elpidio José Silva redactaba el documento con el que enviaba a Blesa a la prisión de Soto del Real.

Blesa solo estuvo 24 horas en prisión, después de que su abogado depositara los 2,5 millones de euros de fianza que le había impuesto el juez por la investigación que realizaba sobre la compra de un banco en Estados Unidos (el City National de Florida) por parte de Caja Madrid. Esa misma causa dio de nuevo con Blesa en la cárcel, esta vez sin fianza, el 5 de junio del mismo año. En esta segunda ocasión, tardó 15 días en abandonar la prisión, después de que la Audiencia Provincial de Madrid enmendara la plana al juez instructor.

El rapapolvo de la Audiencia al juez instructor supuso también que Miguel Blesa se librara en ese mismo año 2013 de otro procedimiento judicial abierto contra él por créditos irregulares al Grupo Marsans, presidido por el empresario Gerardo Díaz Ferrán, que era amigo suyo. La causa fue anulada por la Audiencia Provincial y eso supuso su inmediata puesta en libertad.

A pesar de su cara sonriente cuando abandonaba la prisión aquel 20 de junio de 2013, algunos de quienes conocían al exbanquero no dudan en resaltar la especial aversión que tenía a la cárcel ni lo mal que lo pasó durante las dos semanas que estuvo preso, cosa que incluso se le notó en su aspecto físico. Los avatares del destino han querido que Miguel Blesa apareciese muerto en una finca de caza antes de que el Tribunal Supremo se pronunciara sobre su vuelta a prisión, esta vez por varios años, y que el juez que le hizo pisar la cárcel haya sido expulsado de la carrera judicial tras una inhabilitación de 17 años para ejercer, precisamente por prevaricar para encarcelar al expresidente de Caja Madrid.