Desde hace casi dos décadas, la flota europea tiene prohibido utilizar artes de pesca destructivos como explosivos, veneno, sustancias soporíferas, martillos neumáticos o corriente eléctrica. Es decir, no pueden usar en los aparejos electrodos que al tocar el fondo marino emitan pulsos eléctricos, forzando a los peces a salir del sedimento para facilitar su captura. Una derogación de la Comisión Europea abrió la puerta al uso limitado de este controvertido método a finales de 2006. Ahora Bruselas propone dar un paso más y terminar con la prohibición alegando que es una alternativa mejor al arrastre de fondo porque reduce descartes y emisiones de dióxido de carbono.

La idea ha desatado la polémica entre organizaciones medioambientales y pesqueras, que han acusado al Ejecutivo comunitario de ignorar la opinión de los científicos cuando aprobaron las excepciones y han puesto en marcha una campaña para intentar que el Parlamento Europeo dé la espalda a una técnica que consideran un escándalo político, económico y gastronómico.

El intento de última hora de los Verdes por retrasar la votación del nuevo reglamento de medidas técnicas no ha cuajado y el 16 de enero el pleno de la Eurocámara, tras un último debate el lunes, fijará su postura de cara la negociación posterior con el Consejo y la Comisión Europea.

BRUSELAS SE REAFIRMA // Las posibilidades de los ecologistas de frenar el controvertido método pesquero son prácticamente nulas. La comisión de pesca aprobó en noviembre pasado por 20 votos a favor, 5 en contra y 2 abstenciones el informe en el que avalan la pesca eléctrica con limitaciones si los estudios científicos corroboran que no llevarán «a un impacto negativo directo y acumulado» en el entorno marino.

La Comisión Europea, por su parte, se mantiene en sus trece y defiende su postura. «Las últimas opiniones de expertos independientes recomiendan eliminar el límite de barcos que pueden utilizar la pesca eléctrica. La estimulación eléctrica, si se controla adecuadamente, puede ofrecer una alternativa de pesca ecológicamente más «benigna, reduciendo los descartes, los daños al fondo marino y las emisiones de CO2», explicó el portavoz comunitario Enrico Brivio.

Sin embargo, según una encuesta en internet realizada en diciembre por la consultora Kantar, el 68% de los españoles entrevistados piensan que esta práctica debería prohibirse.