Nadie diría que esa mujer morena de gestos cálidos y trato cercano, que estampa besos a su editor con italiano desparpajo, ha sido durante las últimas décadas la dama de hierro de la edición en Francia. Teresa Cremisi fue periodista en su juventud, se formó como editora en Garzanti, trampolín de su desembarco francés en 1989 como mano derecha de Antoine Gallimard. Con él formó un tándem todopoderoso que se quebró 16 años después, cuando ella abandonó la casa editora para ponerse al frente de Flammarion, la competencia directa. En Francia, menudo país, ese 'divorcio' se siguió entonces en la prensa con el mismo interés que hoy provocan los chismorreos sobre Angelina Jolie y Brad Pitt.

Más tarde, Gallimard y Cremisi, se vieron obligados a trabajar de nuevo juntos, ya sin la emoción de los tiempos pasados, en el nuevo grupo Madrigal que reunía a ambas editoriales. Hoy, Cremisi, como editora sénior, sigue cuidando a sus autores, Michel Houellebecq,Christine Angot, Yasmina Reza y Michel Onfray, entre otros muchos, pero su retirada de la primera línea de fuego le ha permitido escribir una novela autobiográfica, a los 71 años, que ella define como “un manual de supervivencia para la mujer”. Con el libro no acaba de faltar a su vieja promesa de que jamás escribiría unas memorias. Lo son y no lo son.

NIÑEZ ALEJANDRINA

El título de 'La Triunfante' / 'La Triumfant' (Anagrama)podría parecer un alarde de vanidad, pero en realidad se refiere a una corbeta de 12 cañones con la que se identifica esta mujer guerrera, amante de los viejos barcos de vela y de Lawrence de Arabia. "Este libro nació a petición de un editor que sabía de mi afición por coleccionar viejas fotos de Oriente y especialmente del canal de Suez. Me sugirió que escribiera textos para esas imágenes y así recuperé mis recuerdos de infancia en Alejandría". Hija de un italiano y una madre con pasaporte inglés y origen español, Cremisi vivió los primeros 11 años de su vida en la ciudad de Kavafis -otro de sus amores-, un paraíso cosmopolita que desapareció con la crisis de Suez. También es un retrato muy fiel de sus padres que, trasladados a Milán, no pudieron superar la pérdida de un mundo en el que fueron felices. “Quería dejar constancia de aquel mundo que en muchos aspectos era más libre que el actual, en el que los padres no necesitaban respetar las vacaciones escolares de sus hijos para organizar las de la familia”.

Tras su primera vida alejandrina, Cremisi tuvo que adaptarse a la más formal experiencia milanesa para acabar convirtiéndose en francesa, idioma que también cultivaba la familia pero no en la forma correcta. “Me obligué entonces a hablar un francés más normativo”. Y ese esfuerzo ha culminado al convertirse en una escritora francesa.

Pese al notable interés humano, hay un significativo agujero negro en la novela. Ha dejado voluntariamente fuera toda su experiencia como editora -“tendría tanta fuerza que acabaría por desequilibrar el relato”-, así que habrá que esperar a otro libro para saber en detallequé fue lo que forzó su aireada salida de Gallimard. “Me sorprendió que aquello interesara a tanta gente. Sencillamente di un portazo a un lugar en el que había sido feliz. Llevaba mal obedecer y dar órdenes y cuando la vida es insoportable es mejor marcharse y buscar nuevas aventuras siempre que la salud te lo permita”. Lo dicho, la ‘triunfante’ en una batalla dominada por hombres.