Desde los cinco años Sara mantuvo una “relación especial” con su vecino de 60, marcada por el tiempo que pasaban juntos y los regalos que el adulto hacía a la niña. Cuando en quinto de primaria, con diez años, le explicaron en biología lo que era el aparato reproductor, Sara entendió que aquellos “juegos” con su vecino que le hacían sentir mal eran abusos sexuales, y pudo ponerles fin.

Mark sentía demasiada confusión, vergüenza y culpabilidad como para asumir lo que le había ocurrido cuando un cura de su parroquia le violó. Para él, como para muchas otras de las víctimas de los últimos casos de abusos sexuales a niños y niñas en el seno de la iglesia católica sacados a la luz en Pensilvania, pasaron muchos años antes de que pudiesen volver a recomponer su vida.

Estas historias son prueba de una realidad ante la que cada vez más voces se alzan: el tabú que rodea al sexo en la educación de niños, niñas y adolescentes, una más de las muchas losas que pesan sobre los menores de edad que sufren violencia sexual.

Algunas de esas voces han sido las de James Rhodes, el afamado pianista inglés, y Vicki Bernadet, la defensora de niños y niñas que sufren violencia sexual. Dos supervivientes que, en una rueda de prensa conjunta junto a Save the Children, han exigido entre otras medidas, la implantación de una asignatura obligatoria de educación afectivo-sexual a todos los niños y niñas desde los primeros ciclos educativos. Pero no todo el mundo ve esta medida con buenos ojos.

Para muchas personas, es habitual pensar que, cuanto más tardemos en hablar a los niños y niñas sobre cuestiones relacionadas con el sexo, mejor. Que no es necesario adelantar informaciones que acaben con su inocencia o que les abran a un mundo que muchos adultos consideran dañino y nocivo.

Pero la realidad es que no tenemos control sobre en qué momento comienzan los niños y las niñas a recibir información y conocimientos relativos al sexo: en la mejor de las situaciones, será la cultura popular, la publicidad, las amistades o los rumores de patio de colegio quienes les empezarán a introducir en todo lo relativo a las relaciones amorosas y sexuales. En la más habitual y temida por los padres, será la pornografía, sin control y con altas dosis de violencia, que existe en internet. En la peor, menos imaginada y más terrible, la introducción del niño o la niña en la sexualidad será a través de la relación de abuso con su agresor.

Si no explicamos desde las primeras etapas evolutivas a niños y niñas conceptos básicos como el consentimiento y la autonomía corporal, ¿cómo van a tener herramientas para identificar y evitar un abuso?; si los niños y niñas no conocen ni entienden las diferencias entre las relaciones de amistad, familiares o afectivo-sexuales; si no les hablamos de sus propios cuerpos, de su intimidad; si les obligamos a dar besos y abrazos aunque no quieran, ¿qué herramientas van a tener cuando un adulto les intente convencer de que no pasa nada porque les toque en su zona genital? ¿Y cuándo les digan que es solamente un juego? Si no les hablamos con naturalidad de las relaciones sexuales y la igualdad, ¿cómo van a contarnos lo que les sucede? ¿Cómo van a hablar sin vergüenza ni miedo de un tema que parece tabú?

El abuso sexual infantil no es un tema sencillo de tratar. Aunque por otros motivos, tampoco es sencillo hablar de sexo y sexualidad con niños y niñas. Pero hay que hacerlo. Porque si desde las familias nos desentendemos y desde las escuelas nos limitamos a una enseñanza centrada en el aspecto más biológico de la sexualidad, tendremos a niños y niñas más receptivos a los malos referentes y más vulnerables al abuso. Tenemos que asumir la educación afectivo-sexual como una asignatura más, tan esencial como matemáticas o literatura, y anteponer el bienestar presente y futuro de niños, niñas y adolescentes a la vergüenza y pudor que hablar de sexo nos pueda hacer sentir.

Para hacer este trabajo más sencillo, en Save the Children hemos elaborado una Guía para hablar de sexo con hijos e hijas, que podrás encontrar junto con el curso online en nuestra Escuela de Padres y Madres.