Los modelos de educación tradicionales hacían hincapié en el uso de castigos, no necesariamente físicos, para incentivar a que los hijos tuvieran determinadas conductas positivas y eliminaran las negativas, en función de lo que los padres consideraban mejor. Actualmente, dichos modelos van quedando atrás, se usan otra serie de recursos y se escuchan más las necesidades primarias de los pequeños, no tanto la de los padres. Da un mayor espacio a las emociones y a las normas de convivencia sin caer en la mezcla de roles o la permisividad. La educación en positivo obtiene grandes beneficios y elimina factores de miedo o de inhibición emocional como hacía la educación basada en castigo, por lo que es más aconsejable, aunque aún no sepamos como aplicarla diariamente.

La tendencia natural es la de repetir todos aquellos patrones que hemos observado en nuestros padres o en las personas cercanas. La educación que les damos a nuestros hijos siempre pretende ser un modelo mejorado de aquello que vivimos, pero cayendo muchas veces en pequeños errores que, a la larga, generan consecuencias negativas en los pequeños. El uso de castigo o la negación de los estados emocionales pueden ser recurrentes. Sin embargo, aplicado una educación en positivo, evitaremos estos problemas y lograremos otros beneficios.

Refuerzo y consenso

Si buscamos instaurar un modelo de educación positiva en casa es porque nos hemos dado cuenta de que las necesidades de nuestros hijos deben ser respetadas, de tal forma que logremos un mejor desarrollo, con un mayor vínculo con los padres y una comunicación más fluida. Hemos observado como alternativas basadas en normas estrictas o castigos no favorecen el buen clima familiar y los efectos a largo plazo podrían ser muy duros para todos los miembros. Sin embargo, no siempre somos capaces de saber cómo hacerlo o por dónde empezar, lo que no debería ser tan difícil.

Establecer una educación distinta a la vista y recibida parte por eliminar todos aquellos elementos negativos e introducir otros mucho más constructivos, como los del modelo positivo. Para ello, podemos empezar por las siguientes pautas:

1. Áreas emocionales

Uno de los pilares es la escucha y el entendimiento del sistema emocional de todos los miembros. Lo que cada uno siente tiene que ser atendido y usado en el crecimiento. Emociones como la tristeza o la rabia tienen un valor y debe representarse por cada persona en la familia.

2. Seguridad

La seguridad del niño o de la niña están por encima de todo. Dicha seguridad debe ser física y emocional, cumpliendo los horarios, atendiendo a las necesidades y salvaguardando de peligros, a medida que se les dota de herramientas.

3. Premios y castigos

Los castigos no son necesarios si usamos en su lugar los premios. No tienen que ser siempre materiales, de hecho se desaconseja, y se pueden añadir pasar tiempo jugando o leer cuentos antes de dormir. Para castigar, únicamente habría que no dar el premio.

4. Afecto y vínculo

El vínculo seguro y sano es fundamental en este modelo. Los padres hablan con sus hijos, se expresan y fomentan lo mismo en los pequeños. Lo hacen con afecto y seguridad, sin mentiras o manipulaciones.

5. Normas flexibles

Las normas deben siempre recogerse por escrito, con explicación del motivo de que se hayan puesto y con el margen para que en el futuro puedan adaptarse, especialmente a medida que crecen.

La educación en positivo es un sistema parental que busca que los niños se sientan arropados, seguros y escuchados, donde sus emociones y necesidades puedan ser atendidas y donde el uso de castigos está claramente suprimido. No se basa en una relación más permisiva, sino que las normas se cumplen mediante otros recursos. Es un sistema con muchos beneficios para la familia y para el desarrollo del niño en las diferentes etapas de su vida.

* Ángel Rull, psicólogo.