Investigadores estadounidenses aseguran haber obtenido pruebas convincentes, aunque todavía no observaciones directas, de la existencia del noveno planeta del Sistema Solar, a veces conocido como planeta X, un hipotético cuerpo cuya existencia ya fue propuesta a principios del siglo XX. El planeta, al que se le supone un tamaño 10 veces el de la Tierra, se sitúa en los confines del sistema a una distancia media del Sol extraordinaria -unos 90.000 millones de kilómetros- y tarda entre 10.000 y 20.000 años en trazar una órbita completa.

La existencia del planeta puede deducirse, según los autores del trabajo, gracias a una simulación informática basada en los efectos gravitatorios que ejerce sobre otros seis cuerpos del sistema solar situados más allá de la órbita de Neptuno, en el llamado Cinturón de Kuiper, entre ellos el planeta enano Sedna, descubierto en el 2003.

La investigación, que se ha publicado en la revista especializada Astronomical Journal, ha estado encabezada por dos astrofísicos de renombre, Konstantin Batygin y Mike Brown, del Instituto Tecnológico de California (Caltech).

Brown explica en un comunicado distribuido por Caltech que el supuesto noveno planeta tiene 5.000 veces la masa de Plutón, “por lo que (en cuestión de tamaño) no debería haber ningún debate sobre su condición de verdadero planeta”. Además, a diferencia de lo que sucede con Plutón, que fue degradado a la categoría de planeta enano en el 2006, el nuevo planeta “domina gravitatoriamente su vecindad del sistema solar”.

"Aunque al principio éramos bastante escépticos acerca de la existencia de este planeta, por primera vez en más de 150 años hay evidencia sólida de que el censo planetario del sistema solar está incompleto", dice Batygin. "Solo se han descubierto dos auténticos planetas desde la antigüedad -Urano y Neptuno, ambos en el siglo XIX- y este sería el tercero. Hay una parte muy importante de nuestro sistema solar que todavía está ahí fuera para ser descubierta, algo que resulta muy emocionante", añade Brown.

DEMASIADAS CASUALIDADES

El camino hacia el descubrimiento teórico no fue sencillo. En el 2014, un antiguo posdoc de Brown, Chad Trujillo, y su colega Scott Shepherd publicaron un artículo en el que destacaban que 13 de los objetos del Cinturón de Kuiper tenían una extraña característica orbital. A partir de allí, Brown -especialista en observación- y Batygin -físico teórico- empezaron a pensar el motivo. Ambos se dieron cuenta de que los seis objetos más distantes del artículo de Trujillo y Shepherd “seguían órbitas elípticas que apuntaban en la misma dirección del espacio físico”, subraya la nota informativa de Caltech. Los seis también tienen una similar órbita inclinada.

“La probabilidad de que eso ocurra es de apoximadamente el 0,007%. Básicamente no ocurre al azar", dice Brown. La explicación que ofrecen es que las órbitas de esos pequeños planetas enanos y asteroides se ven afectadas por la gravedad de un lejano planeta de masa muy superior.