El embarazo cambia de forma definitiva, para toda la vida, la estructura del cerebro de las mujeres que son madres, dotándolo de una especial sensibilidad protectora que les permite captar el estado mental y las necesidades de sus hijos. Este proceso, que implica un cambio sustancial en las prioridades personales de las madres, no altera el intelecto, la memoria o la capacidad cognitiva, ni antes ni después del parto, pero sí modifica y reduce de forma notable el volumen de la materia gris que contiene las neuronas, eliminando lo prescindible y adaptando el cerebro materno al objetivo concreto de proteger y entender a su hijo.

Esta transformación acaba de ser demostrada en un estudio científico, sin precedente en el mundo, que ha comprobado que esa revolución sensitiva transforma de forma irreversible la morfología del cerebro de las mujeres que son madres. Los investigadores han captado en imágenes obtenidas en pruebas de resonancia magnética funcional (RMF) --cambios en movimiento-- un fenómeno que la humanidad ha intuido siempre.

La investigación, en la que durante cinco años han sido analizadas 25 mujeres, se ha realizado en el Instituto de Investigación Médica del Hospital del Mar y la Universitat Autònoma de Barcelona. Ayer lo publicó la revista científica Nature Neuroscience. Cuanto más intensa es la transformación sensorial de la madre, más se percibe en las imágenes de RMF. «La estructura cerebral de las gestantes emprende una especie de poda sinóptica adaptativa que conduce a una especialización por la que la madre priorizará el cuidado del recién nacido y lo protegerá indefinidamente», explica Oscar Vilarroya, investigador de la UAB.

Las participantes en el estudio --150 personas en total, ya que intervinieron los maridos y un grupo de mujeres de control comparativo-- fueron captadas cuando empezaban a pensar en ser madres.