Lo que parecía imposible está funcionando, aunque no es ni será fácil de cumplir a rajatabla. El primer día de «cierre total» de los más de 60 millones de habitantes de Italia se ha obedecido. Calles desiertas, tiendas cerradas, colas fuera de los supermercados para mantener en el interior la distancia de seguridad y los quiosqueros haciendo crucigramas. Quien más se ha resentido de la situación ha sido la bolsa de Milán, que ayer perdió un 14%.

En Roma la policía llevó a cabo ayer hasta 5.000 controles en la calle, puso 43 denuncias y arrestó a tres personas. Una de ellas tosió, en apariencia expresamente, frente a los agentes que le habían parado. En un parque público multaron a un grupo de ciclistas. Se puede pasear por la calle, pero en solitario, y el paseo del perro doméstico solo está permitido hacerlo junto a la vivienda. Y todo, siempre, con la autodeclaración en el bolsillo sobre por qué se ha salido casa.

A partir de este sábado, el metro de Roma cerrará a las nueve de la noche, el aeropuerto de Fiumicino cerrará una terminal y en el de Ciampino se suspenderán todos los vuelos. En Milán se está organizando el cierre de uno de los dos aeropuertos.

El número de fallecidos en el país, ayer, era de 1.016. En las últimas 24 horas habían perdido la vida 188 personas. Los casos positivos eran 12.839, un incremento de más de 2.000 en solo un día, y 1.258 personas se habían curado, con lo que el número total de contagios desde el principio de la crisis era ayer de 15.113.

En Codogno, uno de los 11 pueblos del primer foco, confinado durante dos semanas, los contagios se han hundido: solo cuatro desde el lunes. La segunda esperanza llega de Milán: la región lleva tres días con solo 500 personas ingresadas al día. La mala notícia es que «el pico de la epidemia se producirá a mitad de abril», por lo que las dos semanas de «cierre» de Italia no deberían ser suficientes, según dijo a La Repubblica Paolo Vineis, epidemiólogo ambiental del Imperial College de Londres.