La rabia es una de las emociones que más puede generar momentos de tensión dentro y fuera del hogar. Los niños estallan y los padres no saben cómo controlar esa ira. Se ve como algo reactivo y negativo, sin utilidad real, salvo llamar la atención o mostrar el descontento. Sin embargo, es una emoción de gran utilidad, tanto en niños como en adultos, que no debe ser censurada, sino reforzada cuando aparece en el momento y en la intensidad correcta. Además, nuestra función también en enseñarles a regularla, a identificar momentos donde sería más correcta otra emoción y a cómo expresarla.

El juego es la mejor forma que tenemos para poder educar a nuestros hijos correctamente. Técnicas como la de las cinco preguntas nos enseñan dinámicas para que aprendan, interaccionen con nosotros y les sean útiles con las demás personas. Ofrece también un espacio para compartir junto a los padres y reforzar los vínculos, especialmente en los momentos donde no se pasa mucho tiempo con los hijos.

IRA CORRECTA

Como cualquier emoción, la rabia supone una incógnita para cualquier niño. No conocen ni entienden sus emociones, creen que aparecen al azar y no sienten control sobre ellas. Las emociones positivas son vividas como regalos y las negativas como castigos, ya que los mayores las censuran y pretenden anular. Sienten rabia de forma instintiva y les genera una posterior culpa por ello. Sin embargo, debemos enseñarles que no es mala, sino que hay momentos donde debe usarse, de una determinada forma y que, cuando sean útiles otros recursos, deben usarlos.

La 'técnica de las cinco preguntas' ayuda a los más pequeños a entender, aceptar y manejar de forma correcta la rabia:

1. ¿Qué es la rabia?

La primera pregunta va dirigida a diferenciar esa emoción de las demás, colocar la correspondiente etiqueta. Es conveniente utilizar libros o cuentos que nos ayuden, pero, sobre todo, basarnos en ejemplos recientes de situaciones que hayan vivido. "La rabia es esa emoción que sentiste el otro día cuando tu hermano te quitó los juguetes".

2. ¿Qué me enfada?

En esta pregunta, junto al niño, identificaremos aquellas situaciones que generalmente provocan enfado, ira y frustración. No hay que centrarse solo en los estallidos, sino también en aspectos más suaves de esta emoción. De esta forma puede abarcar un abanico más amplio de situaciones.

3. ¿Qué siente mi cuerpo?

Las emociones van unidas a sensaciones corporales directas. Estas señales nos avisarán de los momentos en los que nos estamos enfadando. Detectamos la emoción, la expresamos y, en caso de que corra peligro de elevarse, buscaremos la forma de reducirla.

4. ¿Qué hago cuando me enfado?

Estas son las conductas que habitualmente aparecen en casa o en el colegio cuando el niño se enfada. Junto a nosotros, debe ir identificándolas una a una. Normalmente hay un grupo de cuatro o cinco conductas que solemos repetir. Pegar a otra persona, gritar o romper cosas son las que habitualmente más aparecen.

5. ¿Qué puedo hacer cuando me enfado?

Aquí aparecen las alternativas más correctas a lo que habitualmente hace. Solo debe llevarse a esta pregunta si se ha identificado la emoción correctamente. Las alternativas las generaremos de forma conjunta y deben basarse en la búsqueda de seguridad, en la relajación y en ejercicios alternativos al enfado, como pintar en otra habitación o saltar durante unos minutos.

La rabia es una de las emociones que peor gestionamos de adultos. Esto se debe a que, en la infancia, se trató de que la neutralizásemos. En un adulto genera indefensión, creencias de que no podemos hacer nada para dirigir nuestra vida o, en el otro polo, una rabia continua. Nuestros hijos están aprendiendo a entender y gestionar sus emociones. Con nuestra ayuda, podrán entender la rabia, saber lo útil que es y aplicarla correctamente.