El estado del módulo espacial Schiaparelli, que el pasado miércoles por la tarde debería haberse posado suavemente en la superficie de Marte, sigue siendo un misterio, pero todo indica que se produjo un problema en los retropropulsores que debían frenar la velocidad del descenso y muy posiblemente se produjo un impacto no controlado. Así lo explicaron ayer los responsables de la misión eurorrusa ExoMars en una rueda de prensa celebrada en el centro de control de la Agencia Espacial Europea (ESA) en Darmstadt (Alemania).

«Aún no estamos en condiciones de determinar cómo el módulo de aterrizaje tocó tierra», dijo con precaución Andrea Accommazzo, jefe de las misiones del sistema solar de la ESA. Necesitaremos más elementos para saber «si el módulo sobrevivió estructuralmente o no», agregó. Accommazzo se mostró convencido de que se podrá «determinar qué pasó y poder explicarlo».

SEIS MINUTOS // Los técnicos de la misión sabían que los seis minutos previos al aterrizaje eran los más delicados. De hecho, el Schiaparelli aspiraba a convertirse en el primer ingenio fabricado en Europa que se posaba con éxito en Marte puesto que el primer intento, con el pequeño módulo británico Beagle 2 en el 2003, acabó también con un impacto. Según la ESA, el Schiaparelli cumplió los planes previstos de ingreso en la atmósfera a 120 kilómetros de altura y el posterior despliegue del paracaídas cuando viajaba a unos 1.700 kilómetros por hora. También se recibió confirmación satisfactoria del funcionamiento del escudo térmico protector. Sin embargo, la señal se perdió cuando quedaba poco menos de un minuto para tocar tierra.

La hipótesis más verosímil es que se produjo algún problema en los retropropulsores. Concretamente, los técnicos explicaron ayer que se encendieron (al menos alguno de ellos), pero luego solo funcionaron y enviaron información durante los «tres o cuatro segundos» posteriores. Si ese fue el fallo, muy posiblemente el Schiaparelli acabó aterrizando sin control en Meridiani Planum. La estructura inferior para amortiguar el impacto final no habría sido suficiente. Como mínimo, la ESA confía en poder recuperar las imágenes captadas por el módulo durante el descenso.

El módulo Schiaparelli, un ingenio de forma circular y casi 600 kilos de peso, con un coste aproximado de 200 millones de euros (incluyendo el equipo de control), fue concebido esencialmente para probar un nuevo sistema de aterrizaje que ahora está en entredicho. Su equipamiento científico era escaso -llevaba una estación meteorológica- y, al no disponer de paneles solares, se esperaba una vida útil breve, de tres a ocho días. Es decir, que cuanto más tiempo pase, más difícil será que suministre algún tipo de información.

Mientras, la nave TGO (Trace Gas Orbiter), con la que el Schiaparelli había viajado acoplado hasta el planeta rojo, sí cumplió las expectativas y se acopló con éxito a la órbita marciana. H