El consumo de prostitución en España es uno de los más elevados del mundo. Según algunos estudios, podría ser el tercer país con mayor número de clientes, solo por detrás de Tailandia y Puerto Rico, aunque dado que la compraventa de un cuerpo para practicar sexo es ilegal en muchos estados, no hay datos fiables. Tampoco en España se ha hecho una investigación a fondo.

En cualquier caso, empezando por el Gobierno, continuando por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y siguiendo por la mayoría de los especialistas, hay consenso en torno a que la industria del sexo en España es de las más boyantes del mundo.

Pese a ello, las discrepancias, incluso en el ámbito feminista, sobre si conviene regular la prostitución o abolirla, para así garantizar mejor los derechos de las mujeres, son constantes y se han acrecentado ahora que se acerca el 8-M, Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

LUCHA CONTRA LA TRATA

De hecho, la coordinadora de la segunda huelga feminista ha dejado de lado el tema y ha incluido entre los motivos para hacer de nuevo el paro y tomar las calles el 8 de marzo lo que sí une al feminismo: la lucha contra la trata con fines de explotación sexual. Los estudios indican que hasta el 90% de las prostitutas ejercen esta actividad de forma forzada y de sus cuerpos se lucran, por tanto, las mafias y los proxenetas.

La falta de un consenso en torno a qué hacer con la prostitución es uno de los motivos que provocan, precisamente, el auge del sexo de pago, según Sara Vicente, especialista en la materia de la oenegé Comisión para la investigación de los malos tratos. Salvo el PSOE e IU, que se declaran abolicionistas --pero el primero, estando en el Gobierno, no ha llegado a alumbrar ninguna medida al respecto--, el resto de partidos se mueven entre la indefinición del PP, el debate interno de Podemos y la apuesta de Ciudadanos por regular esta práctica.

A la indefinición política se une una sociedad que tolera y normaliza el pago por sexo. Pocas personas ven con malos ojos que un hombre o varios en una despedida de soltero acudan a un prostíbulo, como sí ocurre en otros países. Y es que España tiene, aún hoy, una sociedad muy patriarcal en la que pervive el modelo de masculinidad de «vividor-follador», en palabras de Águeda Gómez, que es socióloga y coautora del libro El Putero español.

En este contexto, muchos medios de comunicación «apoyan la industria del sexo», se benefician de la inserción de publicidad y muestran «imágenes de putas felices», que contribuyen a normalizar la prostitución, denuncia. Además, la falta de una educación afectivo sexual en las escuelas hace que muchos jóvenes aprendan en el porno lo que no les enseñan en los institutos o en casa. Y la pornografía predominante «cosifica a la mujer y fomenta la cultura de la violación, dando el mensaje de que, aunque las mujeres digan que no, quieren practicar sexo», añade.

A todo ello se une la legislación española, que solo penaliza la prostitución forzada y no introdujo el delito de trata con fines de explotación sexual hasta el año 2010. El paradigma legislativo dio un vuelco, según denuncia Sara Vicente, cuando en 1995 el entonces Gobierno socialista despenalizó el proxenetismo lucrativo, lo que provocó la multiplicación de locales de alterne.