El volumen de medicinas que consumen los pacientes de un geriátrico es tan elevado que, a menudo, los centros más modestos piden ayuda a las farmacias. Esta tarea es importante para los ancianos pero, si se hace honradamente, no da mucho dinero al farmacéutico. Este no ha sido el caso de un boticario de Reus (Tarragona), que lo ha convertido en un negocio lucrativo precisamente porque lo ha ejercido sin ningún escrúpulo. Los Mossos d’Esquadra lo detuvieron ayer, junto a su hermano, por estafar 564.000 euros a la Generalitat y por dar pastillas caducadas a sus pacientes.

Los dos arrestados, usando recetas de un médico que visitaba en una residencia de ancianos, montaron la estafa en un local clandestino. Hasta este lugar, fuera del radar de los inspectores del Servei Català de Salut, traían medicamentos caducados. Posiblemente los conseguían en su negocio de Reus, o directamente del sigre, un depósito para productos con la fecha de consumo vencida presente en todas las farmacias. A continuación, metían en el blíster de los ancianos las pastillas caducadas y enviaban la receta con el cupón --de la caja caducada--.

Así la Generalitat catalana les pagaba a ellos un medicamento que habían obtenido a coste cero, o que ya no hubieran podido vender.