La historia se está acelerando. Aunque encerrados en casa los días puedan parecer lentos esta pandemia está relanzando la toma de decisiones que determinarán nuestro futuro inmediato. Hace tres meses la creación de una app que rastree y detecte las personas contagiadas por la covid-19, un virus que ha paralizado el mundo, parecería ciencia ficción; hoy esa opción es ya un consenso en Europa. Sin embargo, no todo está decidido. Habrá que esperar.

En los próximos días se activarán las fases para un desconfinamiento progresivo. Para controlar ese regreso a la nueva normalidad y evitar que se produzca una segunda ola de contagios, e incluso una tercera, la gran mayoría de los países de la Unión Europea opta por una app de uso voluntario que, como ha hecho antes Singapur, utilice el Bluetooth de los teléfonos móviles para que «hablen» entre ellos. El móvil va mandando códigos y recibiendo los de otros dispositivos con los que se cruza. De esta manera, si alguna de las personas con las que hemos estado da positivo el sistema nos alertará para que nos pongamos en cuarentena. De esta forma, se establece una cadena de contactos que permitiría rastrear y mitigar la propagación del coronavirus. Uno de los principales problemas del covid-19 es que las personas asintomáticas, las que han resultado infectadas pero no tienen síntomas, pueden contagiar a otras personas. Los expertos señalan que la tecnología puede ayudar a rastrear mejor esos casos, pero que la app debe ir acompañada de medidas sanitarias masivas que, como en Corea del Sur o Taiwán, permitan minimizar su impacto.

EL ANONIMATO / Los países europeos se debaten entre dos modelos de ese sistema: el centralizado o el descentralizado. El primero opta por que sean los gobiernos quienes tengan acceso al servidor con los datos para gestionarlos y tomar medidas. Ellos avisarían a los ciudadanos si han dado positivo. Sin embargo, esa vía permitiría desanonimizar los datos y conocer las identidades de los ciudadanos, algo que inquieta a expertos. «Se podrían usar de forma incorrecta para discriminar a individuos y, en el peor de los casos, llevar a un estado de vigilancia permanente que acabaría con nuestra privacidad», advierte Manuela Battaglini, abogada experta en ética tecnológica. El segundo modelo opta por que los datos recolectados por la app queden encriptados en los móviles. Los usuarios tienen acceso a ellos y, en caso de dar positivo, el móvil les avisa y pueden decidir si mandarlos a las autoridades sanitarias o ponerse en cuarentena.