No hay día que pase en el que no emerjan nuevos hallazgos en la llamada área Regio V, una zona hasta ahora inexplorada de Pompeya, la ciudad situada en el sur de Italia y sepultada por el Vesubio en el 79 después de Cristo, que se ha convertido en un yacimiento arqueológico sin igual. «Hoy en día no se encuentran excavaciones como esta», apunta con entusiasmo la arqueóloga Laura D’Esposito, que destaca lo que supone para su profesión su labor en esta cantera, en la que se logra «revivir la tragedia de la erupción, tanto desde el punto de vista humano como histórico». Ante la importancia de los descubrimientos, la dirección del yacimiento ha invitado por primera vez a la prensa a recorrer los fosos aún abiertos.

En esta zona han salido a la luz tres nuevas domus dotadas de balcones y donde, en algunas paredes, aún se pueden apreciar sus colores y las ánforas colocadas boca abajo en espera de que se secaran al sol. La conservación de los balcones es óptima porque cuando se derrumbaron cayeron ya sobre densas capas de cenizas y piedras. También se conserva el esqueleto humano de un hombre víctima de la furia de la erupción al que decapitó una enorme piedra, un hallazgo cuyo dramatismo ha dado la vuelta al mundo, junto a la bolsa de monedas con las que escapaba o un caballo que murió cuando estaba aún engalanado para la ocasión.