Los retos suponen una fuente de motivación y entusiasmo para muchas personas. En los adultos es frecuente marcarse nuevas metas y objetivos, trazar un plan para alcanzarlo y evaluar las herramientas necesarias para ello. Tenemos un fin porque sabemos hacia dónde queremos ir o lo que queremos lograr. Un planteamiento sencillo que se complica en los hijos, especialmente si son pequeños. Las metas parecen impuestas, como las académicas, y no entienden ni el motivo ni tienen la ilusión para hacerlo. Somos los padres los que trazamos el plan y generamos tanto el camino como las herramientas. Sin embargo, nos falta enseñarles desde la exigencia positiva, desde el que entiendan qué es un reto, lo que nos ofrece y cómo se puede lograr.

Cuando son pequeños no diferencian los retos de las obligaciones y cuando alcanzan la adolescencia, tienden a caer en modelos de mínimo esfuerzo, alentados tanto por la fase que están viviendo como por malos referentes externos. Educarles en la búsqueda de metas y que alcancen una correcta motivación de logro es el deber tanto de padres como de profesores.

VALÍA

Nuestra autoestima se asienta sobre las experiencias, la educación recibida y los logros que hemos tenido. Esto último es importante solo cuando sabemos reconocer nuestra valía ante ello, cuando somos nosotros mismos lo que hemos querido llegar a la meta y nos hemos movido a ello. Sino no habrá algo reseñable para la autoestima y corre el riesgo de deteriorarse. Se retroalimentra con la exigencia positiva, creciendo y fortaleciéndose y es algo que puede aprender solo, pero que es más fácil si de forma externa nos lo inculcan.

Los siguientes consejos pueden enseñar a nuestros hijos a marcarse retos, valorarlos y orientarse hacia ellos, basándose siempre en la exigencia positiva por parte de los padres:

1. Necesidades

Ante todo, ¿cuáles son nuestras necesidades? ¿Tiene algún tipo de valor para nosotros lo que queremos lograr? Debemos hallar el equilibrio entre lo que me apetece y la meta. Por ejemplo, estudiar la asignatura de Historia me ayuda a lograr el fin que es aprobar Bachillerato. Esa conjunción es necesaria, especialmente a la hora de tomar decisiones que impliquen tiempo, esfuerzo o cambios vitales.

2. Objetivo

Una vez que tenemos la meta, debemos trazar y dejar por escrito el objetivo y la forma que tendremos de evaluar si se ha cumplido como tal o no. Esto nos ayudará a saber los motivos de ganar o fracasar para poder aprender.

3. Rutina

Lo que nos acerca a todo lo que queremos es establecer una rutina, por pequeña que sea, que nos genere un cambio a largo plazo. Estudiar inglés implica una rutina, aunque sean 10 minutos de estudio diario.

4. Reconocimiento

Tendemos a evaluar el esfuerzo en función de si la meta se ha logrado o no. Sin embargo, esto barre de la ecuación el esfuerzo real que hay de por medio. Somos las principales fuentes de motivación y sin nuestra valoración tampoco llegará la suya, ni ahora ni en el futuro.

5. El peligro de las expectativas

Las metas pueden ser demasiado altas o demasiado bajas. Tanto si hay defecto como exceso, generaremos heridas en la autoestima. Siempre seremos conscientes de forma más o menos realistas de las herramientas que tenemos y de las que necesitamos, para apoyarnos en ellas o buscarlas.

La exigencia positiva se basa en saber ayudar a nuestros hijos a buscar una meta y lograrla, valorando esfuerzo y dedicación, sabiendo reforzar y motivar y actuando de apoyo en todo el proceso. Seremos el pilar sobre el que se apoyarán en el futuro para construir y lograr objetivos.