¿Pueden esconder las grutas paleolíticas la solución para enfermedades del siglo XXI? ¿Puede una bacteria salvar millones de vidas? Investigadores portugueses y españoles están convencidos de que es así, y trabajan en conjunto en busca de nuevos tratamientos.

Cuevas paleolíticas, grutas submarinas y minas abandonadas son un semillero para microorganismos que han sobrevivido a los cambios en su hábitat durante miles de años y que hoy pueden esconder la clave para la elaboración de antibióticos y antitumorales.

Localizar las bacterias, proceder a su análisis y estudiar su posible aprovechamiento para el campo de la medicina es un complejo proceso que requiere de una meticulosa investigación desarrollada por un grupo de especialistas lusos y españoles de la mano del proyecto ProBioma (Prospección en Ambientes Subterráneos de Compuestos Bioactivos Microbianos con uso potencial para la Medicina, Agricultura y Medio Ambiente).

Su área de actuación se extiende a ocho cuevas y minas ubicadas en faja pirítica ibérica, en Andalucía occidental -próximas a Río Tinto, en Huelva-, y al Alentejo y el Algarve en territorio portugués.

Las bacterias crean autodefensas

Consideradas históricamente como responsables de múltiples enfermedades, los científicos miran ahora a las bacterias como microorganismos con una extraordinaria capacidad de adaptación para crear autodefensas y sobrevivir en ambientes extremos.

Un potencial que las convierte en elementos clave en la búsqueda de nuevos tratamientos contra dolencias tumorales e infecciones.

Y en eso trabajan los expertos del proyecto ProBioma. "Se estudian minas y cuevas, consideradas de ambiente extremo, para encontrar bacterias que tengan un metabolismo distinto, que puedan dar lugar a la composición de antibióticos y antitumorales necesarios para ampliar el número limitado que existe en el mercado", explica Cesáreo Sainz Jiménez, coordinador del proyecto en el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla.

Biodiversidad desconocida

Las cuevas paleolíticas, las grutas submarinas y las minas "son nichos de biodiversidad desconocidos", apunta Ana Teresa Caldeira, del laboratorio Hércules de la universidad de Évora.

"Los microorganismos a veces se asocian a procesos de degradación en el patrimonio y acaban por ser los malos de la historia, pero tienen gran potencialidad, y mirarlos desde el punto de vista de la valorización es un gran aliciente en este proyecto", asegura.

La búsqueda se centra en "bacterias y hongos con capacidades de producir sustancias de interés tanto para la medicina como para el medio ambiente", continúa.

En grutas y minas abandonadas, por ejemplo, se desarrollan bacterias capaces de contribuir a la limpieza del agua contaminada, apunta Clara Costa, del Centro de Ciencias del Mar de la universidad del Algarve.

También hongos y setas

Los exámenes no se limitan a las bacterias. Algunas especies de hongos y setas, por ejemplo, pueden ser la base de nuevos tratamientos.

Es el caso de la Amanita Ponderosa, que crece en el Alentejo, Andalucía, Extremadura y algunas zonas de Marruecos.