El pasado mes de mayo una docena de congresistas estadounidenses enviaron una carta a la Organización Mundial de la Salud instándole a que «haga cuanto pueda» para evitar que el fabricante de Oxycontin «ponga en marcha una epidemia de opioides a escala global». Oxycontin es un analgésico narcótico muy adictivo, fabricado por Purdue Pharma, una compañía con sede en Connecticut que opera fuera de Estados Unidos bajo la marca Mundipharma, una red de empresas asociadas.

La carta acusaba a la farmacéutica de haber contribuido con «sus prácticas engañosas» a poner en marcha una «crisis de salud pública». Y lanzaba un ruego urgente. «Por favor, aprendan de nuestra experiencia y no permitan que Mundipharma prosiga con el legado letal de Purdue en la escena internacional».

Mundhipharma opera en España desde 2003 y está repitiendo en su territorio las estrategias que le sirvieron para inundar de fármacos derivados del opio la sanidad estadounidense.

Hasta principios de los años noventa, España fue uno de los países desarrollados donde menos opioides se utilizaban. Su empleo quedaba circunscrito al cáncer y los enfermos terminales. Pero aquel exceso de prudencia ya no existe. «Hubo un efecto péndulo. Poco a poco la industria vio el filón y pasó a recomendarlos para todo tipo de dolores crónicos», asegura Abel Novoa, médico de familia. «Doctores de cabecera, traumatólogos, neurólogos o reumatólogos los usan ahora de forma rutinaria», sostiene.

AUMENTO DEL 248% // Las cifras oficiales son elocuentes. Entre 1992 y 2006 se multiplicó por 12 el consumo de opioides mayores, los más potentes y adictivos, según el ministerio de Sanidad. Y entre el 2008 y 2015 casi se dobló el uso de estos fármacos en todas sus categorías. El principio activo más popular es el tramadol, un opioide menor cuyo abuso está generando serios problemas de salud pública en países como Irlanda del Norte o Egipto. Pero más llamativa es la explosión del fentanilo, mucho más potente que la heroína y generalmente administrado a pacientes de edad avanzada. Su uso ha aumentado un 248% en una década y España es hoy el quinto país del mundo donde más se consume.

Al igual que sucedió al otro lado del Atlántico, el cambió no se gestó repentinamente de la noche a la mañana. Corrió en paralelo a la proliferación de unidades del dolor, creadas para dar respuesta a ese 17% de españoles que, según revelan las encuestas, sufre dolor crónico. Desde lumbalgia a migrañas o artrosis. Con ellas se creó la figura del especialista y se lanzó el mensaje de que el dolor es siempre evitable. Esa idea ha generado «una demanda casi infinita» para estas unidades, explica el doctor Novoa.