Los relojes de Bruce y Schrem Hopkins se pararon cuando murió su hijo de 7 años. Hacía más de un mes que se ocultaban del mundo en su casa de Girona ignorando el paso del tiempo. Hasta que llegaron los Mossos d’Esquadra, y rompieron el hechizo.

Los policías entraron en el domicilio usando la llave. La tenían porque se la había entregado la propietaria --los inquilinos llevaban tiempo sin pagar el alquiler--. Abrieron la puerta porque nadie respondió cuando llamaron al timbre e imaginaron que estaría vacío, pero se equivocaron. Al asomar descubrireron que toda la familia los observaba desde la planta superior del dúplex, a través de una pared de cristal.

FALTABA UNO // Pidieron permiso para seguir y el padre les invitó a subir. En esos primeros segundos, extraños, dos cosas cautivaron la atención de los Mossos. La primera fue el desorden del piso inferior. La segunda fue el hedor que llegaba del superior, hacia donde subían. Allí encontraron al matrimonio estadounidense y a sus dos hijos adolescentes, en una estancia espaciosa, que acumulaba varios colchones alrededor de una cama. “¿Sois cinco, no? ¿Dónde está el que falta?”, preguntaron al percatarse de que faltaba el menor. Pero respondieron con evasivas. Los agentes salieron del enredo cuando uno de ellos observó un bulto sobre la cama, bajo una manta. Cuando lo desenvolvió, encontró al hijo pequeño, de 7 años, muerto.

Desde hacía un mes, padres y hermanos se habían instalado en esa estancia, donde comían y dormían junto al cadáver en descomposición del pequeño, cubierto por la manta. Las marcas de la cama indican que alguien se acostaba junto al fallecido.

Los Mossos y la comitiva judicial registraron el domicilio e interrogaron a los padres. Según la estimación inicial de los forenses, el estado de descomposición del cadáver indica que el niño falleció hace más de un mes. La policía ha detenido a los dos adultos porque los considera autores de un homicidio por imprudencia. Es decir, de entrada, las pesquisas no indican que mataran al pequeño --todo apunta a que lo querían mucho--, sino que no hicieron todo lo que estaba en sus manos para impedir su muerte.

La principal hipótesis con la que trabajan los investigadores es que posiblemente el crío enfermara y los padres, por algún motivo, le negaran los cuidados médicos que necesitaba. La presencia de fármacos alternativos en la casa refuerza la posibilidad de que optaran por cuidar a su hijo según sus propios medios.

En esta familia, el padre ejerce una autoridad que no cuestionan ni la madre ni sus hijos. Cuando los policías les ofreció comida, los dos adolescentes quisieron saber antes de aceptarla si su padre estaba de acuerdo en que cenaran. Su poder puede explicar en parte que nadie discutiera su decisión de aislarse del exterior desde la muerte del niño. H