‘Insoporteibol’, ‘formideibol’, ‘tocata’, ‘segurata’, ‘cubata’, ‘metisaca’, ‘muslamen’, ‘Gurtelitis’, ‘bocata’, ‘gensanta’, ‘vasereso’... ‘palabros’ del diccionario forgiano, que el lenguaje popular adoptó. Los Blasillos, la Concha y el Mariano (anterior al presidente), las viejas y beatas, los funcionarios, los náufragos de la isla desierta, los políticos corruptos... siempre narigudos personajes, reflejo del “españolito de a pie”, como dijo Aute, que ya forman parte del imaginario colectivo. Y su humor crítico, incisivo e inteligente, con bocadillos de rotundas líneas negras. Son inconfundibles señas de identidad de Forges, con las que durante más de medio siglo este maestro del humor gráfico salpicó un ingente legado de más de 80.000 chistes a través de los cuales diseccionó la ‘historia de Aquí’ y la sociedad que le rodeaba. La madrugada de este jueves, a los 76 años, moría de un cáncer de páncreas, diagnosticado hace un año, un dibujante al que le gustaba repetir: “Yo no sé dibujar, dibujo fatal, casi todos, por no decir todos mis compañeros dibujan mejor que yo. Y lo que digo yo lo decimos muchos, solo que cada uno lo hace de forma diferente”. Y él supo distinguirse, porque el niño Antonio Fraguas siguió el consejo que le dio su padre, periodista y escritor, tras preguntarle “Tú, ¿qué quieres hacer? ¿dibujar, hacer chistes o escribir?’. ‘Quiero hacer chistes”, le dijo el entonces chaval de 13 años. “Vale, allá tú. Haz lo que quieras. Pero se tiene que ver que es un chiste tuyo a 15 metros de distancia”, fue la respuesta.

El primer chiste

“Nunca he tenido miedo ante el papel en blanco”, afirmaba Forges (Madrid, 1942), a pesar de llevar años publicando una viñeta diaria en ‘El País’. Consideraba dibujar como su “descanso cotidiano” y venía haciéndolo desde jovencito. Un día, con 21 años, trabajando desde los 14 como técnico de telecine y mezclador de imagen en TVE (donde estuvo hasta los 32), le tocó guardia un tedioso puente de San José y, aburrido, trazó una cuarentena de chistes con los lápices del departamento de rotulación. Y ahí le descubrió Jesús Hermida. Gracias a él, un año después, el 14 de mayo de 1964, publicó su primera viñeta en ‘Diario Pueblo’.

De madre catalana y padre gallego, para distanciarse del trabajo de funcionario adoptó el nombre artístico de Forges, traduciendo su apellido, Fraguas, al catalán. Pronto se prodigó en diarios y revistas como ‘Arriba’, 'La Codorniz' (gracias a Chumy Chúmez), ‘Sábado Gráfico’, ‘Tiempo Libre’, ‘Diez minutos’, ‘Lecturas’, ‘Informaciones’ (donde empezó a ser conocido), ‘Hermano lobo’, 'Interviú', 'Por Favor' (que fundó junto a Perich y Manuel Vázquez Montalbán), 'El Jueves', ‘El Mundo’ o ‘El País’.

A su primer título, ‘El libro de Forges’ (1972) le seguirían una treintena más, entre ellos, ‘Los forrenta años’ (sobre el franquismo) y los ambiciosos coleccionables de cómic 'Historia de Aquí' (que empezó en los 80 y rescató en el 2015 en tres volúmenes titulados ‘Lo más de la Historia de Aquí’; Espasa) e 'Historia Forgesporánea'. En el 2014 celebraba medio siglo de carrera con ‘El libro (de los 50 años) de Forges’ (Espasa).

Ningún tema estaba a salvo de su ironía y sus lápices: la crisis y el paro, la corrupción, el matrimonio y la pareja, la libertad de expresión, Europa, ETA, el fútbol, la Constitución, el OTAN no, las guerras, la sanidad, las pensiones, la cultura o el franquismo. Con este, siempre le gustaba recordar alguna anécdota con la censura, como cuando en 1972 el Tribunal de Orden Público le llamó a declarar por un dibujo “subversivo”. Cuando terminó, el juez sacó un libro suyo y le pidió que se lo dedicara “... a mi señora”. Y nunca volvió a saber del asunto. Otros recuerdos no los salpicaba de humor, como las amenazas de la ultraderecha, que le enviaba notas anónimas que decían: “Sabemos a qué guardería van tus hijas. Les vamos a borrar los ojos con lija”.

El franquismo y el "odioso" Franco

Sin embargo, explicaba que no era “mucho de odiar”, aunque sí encontraba “odioso” a Franco, a quien vio una vez en 1959, cuando fue al aeropuerto como ayudante de cámara porque llegaba Eisenhower, y pensó que el dictador “era como un besugo grande vestido con traje”. Para Forges el franquismo fue «sangriento, convirtió la tontería en cutrelux y era el reinado de la estupidez”. “Y mucha estupidez se mantiene», sostenía.

Porque, como decía, siempre crítico, a este diario en el 2015, “los políticos deben gobernar directamente para el pueblo en lugar de para las multinacionales y las financieras (...) Esta clase de política es infumable, la política no es mala, tampoco los políticos, pero estos políticos que nos han tocado ahora sí». Sobre el conflicto España-Catalunya, señalaba: “La política es el arte de negociar. Y si no quieres negociar ni escuchar, vete, porque te pagan de las arcas del Estado para que escuches”. Y arremetía, de palabra y con sus chistes, contra “los sinvergüenzas que se han forrado con todos nosotros”: “es con ellos con quienes hay que tener cuidado, que controlen a los de los bancos».

Las mujeres

Para quien siempre tenía elogios era para las mujeres (presumía de tres hijas, cinco hermanas y una esposa, Pilar). “Han tirado del carro ante la indolencia y la estupidez masculina (...) Las mujeres no son violentas ni montan guerras porque tienen otras soluciones a los problemas, y una es el humor”.

Forges, además de colaboraciones en tele y radio, escribió una novela (‘Doce en Babilonia’) y dirigió dos películas (‘País, S.A.’ y ‘El bengador gusticiero y su pastelera madre’). Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alcalá de Henares (2016), medallas de Oro al Mérito del Trabajo (2007) y al Mérito de las Bellas Artes (2011), muchos son los reconocimientos que ha sumado, entre los que destacan un Premio Ondas Mediterráneas (2011), la Creu de Sant Jordi (1998), el Premi Internacional Gat Perich o el Premio Iberoamericano de Humor Gráfico Quevedos. Hoy, la cultura, el humor y el cómic han quedado un poco más huérfanos.