Aún es pronto para conocer con un mínimo de rigor qué consecuencias ha tenido en Francia la prohibición del móvil en los centros educativos. El Gobierno no ha difundido ningún estudio sobre el impacto de la medida adoptada en el curso académico 2018-2019, aunque el titular de Educación, Jean Michel Blanquer, cree que es un éxito.

Recientemente, aseguró que los alumnos dedicaban más tiempo a la lectura y que habían disminuido los casos de acoso escolar y los visionados de imágenes pornográficas, aunque no aportó cifras. Los profesores hablan de un ambiente de mayor tranquilidad. También de que pierden menos tiempo requisando teléfonos en el aula o solucionando problemas de robos.

El argumento del Ministerio para decretar su prohibición es que el smartphone puede perjudicar gravemente la calidad de la escucha y la concentración necesaria para las actividades de aprendizaje, y que origina muchos conflictos.

Pero la normativa no se aplica sistemáticamente en todos los centros franceses, que tienen libertad para adaptarla como quieran en su reglamento de régimen interno.

En todo caso, los estudiantes pueden llevar uno siempre y cuando lo tengan apagado en el fondo de sus mochilas o lo dejen en las casillas que muchos colegios del país habilitan en la entrada precisamente para esa función.