Es el tema número uno de los temas de conversación estos días en Francia a través de WhatsApp o de cualquier otra aplicación del móvil con la que se comuniquen los adolescentes al otro lado de los Pirineos: el minsitro de Educación, Jean-Michel Blaquer, quiere prohibir el uso de teléfonos dentro de las escuelas a partir del curso 2018-2019. No es que se quiera impedir su uso en clase, algo comprensible, sino en cualquier espacio de la escuela. Nada de niños en el recreo que sustituyan el juego por una pantalla. Francia es el país de los debates. Ahora le toca a los móviles.

Emmanuel Macron ya apuntó esta meta en la campaña de las presidenciales. En la era de las comunicaciones, puso sobre la mesa la necesidad de imponer un apagón parcial en las vidas de los niños y adolescentes. La intuición sugiere a los expertos en educación que el teléfono es un elemento de distracción que afecta más allá de lo previsible. Los niños en Francia, como en España, pueden comenzar a tener su primer teléfono móvil a partir de los nueve años. Los padres, a veces, se lo compran no solo porque se lo pidan, sino porque si se trata de niños que van solos a la escuela, les proporcionan mayor seguridad, sin preguntarse primero si han puesto en sus manos un artefacto que influirá negativamente en su formación.

La decisión, en cualquier caso, no está aún tomada.