Que nuestro querido Don Quijote de la Mancha, el hidalgo más famoso de la literatura universal, sufría algún trastorno psiquiátrico está claro. Lo que no queda para nada claro es cuál. Es decir, el diagnóstico que nos permitiría categorizar la dolencia de Don Quijote como una neurosis, esquizofrenia o trastorno obsesivo compulsivo. El porqué de esta falta de consenso entre los expertos radica, justamente, en el método que se sigue para efectuar estos diagnósticos y la clasificación de las enfermedades mentales. ¿Pero y si hiciera falta cambiar los parámetros que se utilizan para diagnosticar?

Quizá la respuesta esté en los genes. Si pudiéramos sacar al Quijote del papel y convertirlo en una persona de carne y huesos, sus genes nos podrían proporcionar mejores respuestas sobre qué ocurre en su mente. Un reciente estudio impulsado por el Brainstorm Consortium y publicado en la revista Science concluye que existe una importante superposición genética entre las enfermedades psiquiátricas. Es decir, que enfermedades como la anorexia nerviosa, el trastorno obsesivo-compulsivo y la esquizofrenia cuentan con amplias similitudes a nivel molecular que no se reflejan dentro de las categorías de diagnóstico actuales.

El estudio también apunta a una correlación entre estas enfermedades psiquiátricas algunos rasgos de la personalidad. Así, se ha hallado que a mayores niveles de inestabilidad emocional, mayor exposición a trastornos psiquiátricos como el Trastorno por Déficit de Atención, el Trastorno Depresivo Mayor o la esquizofrenia. Por el contrario, a mayor nivel de educación, menor relación con el desarrollo de patologías neurológicas como el alzhéimer o las migrañas. Una prueba concluyente de la relación entre genética, rasgos de la personalidad y factores ambientales.