La primera gira de los Beatles no pudo empezar peor. Después de recorrer todo el circuito de institutos, clubs sociales y salones de baile de Liverpool, de encontrar una residencia fija en The Cavern Club, de hacer incursiones esporádicas en ciudades como Wallasey, Aldershot o Warrington y de cursar un máster de rock’n’roll en un par de antros de Hamburgo, el grupo consideró que había llegado el momento de lanzarse a la carretera. Y lo hizo en la primera semana de 1963, con un 'tour' de cinco días por otras tantas ciudades de Escocia. ¡Y qué ciudades! Keith, Elgin, Dingwall, Bridge of Allan y Aberdeen. El promotor Albert Bonici pagó a la banda 42 libras por noche y aun así perdió dinero. El primer concierto, en Keith (un pueblo de 4.000 habitantes), tuvo que ser cancelado, ya que mientras la furgoneta con el equipo técnico esperaba a la banda en el aeropuerto de Edimburgo, el avión que trasladaba a John, Paul, George y Ringo fue desviado a Aberdeen a causa del mal tiempo. De modo que la gira, la primera de los Beatles, arrancó oficialmente en el salón de baile The Two Red Shoes, de Elgin, el 3 de enero de 1963. Tres años y ocho meses después, los Fab Four daban su último concierto, en el estadio Candlestick Park de San Francisco. Era el 29 de agosto de 1966.

OCHO DÍAS EN LOS CINES

De lo que ocurrió entre uno y otro momento se ocupa 'Eight days a week. The touring years', un documental dirigido por Ron Howard ('Apolo 13', 'Una mente maravillosa', 'El Código Da Vinci'...) que el jueves se estrena simultáneamente en cines de todo el mundo y que se exhibirá en salas solo durante ocho días antes de pasar a ser distribuido a través de diversas plataformas audiovisuales de pago. La película trata, entre otras cosas, de refutar uno de los grandes dogmas de la historiografía rock: ese que asegura que los Beatles fueron un grupo glorioso en el estudio de grabación pero discreto sobre el escenario.

En realidad, se hace difícil valorar con justicia las prestaciones de la banda en directo. Habrá que creer a quienes aseguran que tras su anfetamínico paso por el Star Club de Hamburgo se habían convertido en una muy solvente máquina de rock’n’roll. El caso es que en los años siguientes crecieron tanto y tan rápido que la tecnología de la época y el concepto mismo de concierto en directo se les quedaron pequeños. Los Beatles pasaron en muy poco tiempo de actuar en clubs subterráneos y salones de baile a hacerlo en polideportivos, velódromos, plazas de toros y estadios; grandes recintos en los que se veían forzados a tocar con equipos de sonido ridículos (la música llegaba a los espectadores a través del sistema de megafonía y quedaba sepultada por los gritos de los fans) y sin el menor respaldo escenográfico.

DENTRO DE UN SUBMARINO

Los dos 'beatles' supervivientes, Paul McCartney y Ringo Starr, relatan en 'Eight days a week' que sobre el escenario era imposible oír nada ("yo tenía que guiarme por la forma en que los otros movían la espalda", dice el batería) y aseguran que aquello era como estar "dentro de una burbuja". La imagen sirve también para describir la vida de los músicos durante los años de la 'beatlemanía': cuatro jóvenes de Liverpool afirmándose y creciendo como unidad creativa en medio de un torbellino de histeria planetaria. "Para mí su historia es como la de la película 'El submarino' -apunta Ron Howard-. Están juntos en esto, se tienen los unos a los otros y saben cuál es su objetivo, pero ahí fuera hay un mundo lleno de peligros".

El tsunami alcanzó al propio Howard. En marzo de 1964, recuerda, un mes después de ver a los Beatles en el 'Ed Sullivan Show', pidió como regalo por su 10º cumpleaños una peluca y unos botines como los de los Fab Four. Los botines nunca llegaron, pero durante varios días pudo lucir con orgullo "una horrible peluca '‘beatle'". Medio siglo después, el cineasta quiso rendir homenaje a sus ídolos de infancia. Y, junto con su equipo de producción, inició una campaña en internet para que los fans y coleccionistas le facilitaran las grabaciones y el material gráfico que hubieran podido atesorar de aquellos históricos conciertos.

DEBAJO DE LA CAMA

El botín no fue en absoluto desdeñable. En el documental se han utilizado unos 2.000 documentos gráficos, fílmicos y sonoros procedentes de un centenar de fuentes distintas. Tal vez el hallazgo más notable sea una grabación hecha por una fan con una cámara de Súper 8 desde un asiento de la sexta fila en Candlestick Park, en el último concierto de la banda. Aseguran las notas de promoción de la película que la mujer vio la filmación una o dos veces y después la guardó debajo de la cama, donde quedó olvidada durante cinco décadas (afirmación que, de ser cierta, delata unos hábitos de higiene doméstica algo alarmantes).

McCartney a un periodista, en 1964: "¿Cultura? Esto no es cultura. ¡Es solo unas buenas risas!"

¿Hasta qué punto eran en aquellos días los Beatles conscientes de la revolución cultural y social que habían desencadenado? Esa es una de las preguntas a las que 'Eight days a week' trata de responder. En un momento de la película, Paul, interrogado por un periodista en 1964, señala: "¿Cultura? Esto no es cultura. ¡Es solo unas buenas risas!". Ron Howard tiene otro punto de vista, y compara la experiencia de John, Paul, George y Ringo con la de los astronautas a los que entrevistó en la preparación de 'Apolo 13'. "Unos y otros protagonizaron un momento trascendental en la historia de la humanidad. Y lo sabían. Lo que no sabían era cómo explicarlo".