Gorgui Lamine Sow vive en medio salón reconvertido en una habitación en un piso no muy grande pero más que concurrido en Gandia. Allí duerme en un colchón en el suelo, con su novia y su hija de 7 meses. La pared que divide la estancia es de cartón, aunque unas alegres telas lo disimulan, y los armarios son maletas. Nadie lo diría, pero es la vivienda de un héroe. Uno sin capa ni papeles.

Hace unos días, mientras trabajaba vendiendo collares en el paseo de Dénia, se produjo un incendio en una casa cercana y él escaló la fachada para sacar por el balcón a un hombre atrapado. «Cuando lo hice, no pensé en el peligro, solo quería ayudarlo y salvarle la vida».

Lo primero en lo que pensó después fue en salir corriendo de allí antes de que llegara la policía. «Cuando terminé, cogí mis cosas y me fui. Tenía miedo de lo que podía pasar y estuve dos días sin ir a Dénia, que es donde siempre voy. Me buscaba la gente, pero yo no quería salir», señala. Cuatro años dando tumbos por el mundo le han enseñado a ser precavido.

Nació hace 20 años en Diourbel, una ciudad del interior de Senegal. «De pequeño fui algo a la escuela, pero si tu familia es pobre no puedes ir mucho tiempo porque tienes la responsabilidad de trabajar para así ayudar a tu madre», cuenta.

Con 16 años se marchó a Brasil, de ahí a Argentina. «Me tocaron unas vacaciones y vine a España». En Madrid conoció a su pareja y tuvo a su hija.