Pasado el puente, una vez deja atrás la calle de San Antolín, el toro debe sortear una rotonda. Luego entra en el campo, en la vega del Duero, donde hasta el año pasado pasaban dos cosas. Una, que el astado moría alanceado. Y dos, que una mayoría social se llevaba las manos a la cabeza ante lo que consideraba una atrocidad. Este año no ha habido torneo del Toro de la Vega en Tordesillas. Lo ha prohibido un decreto ley arropado por años de presión ciudadana. Una lanzada a la tauromaquia que para muchos podría ser el preámbulo de mayores vetos en los espectáculos taurinos y de otro tipo con animales.

Día gris en el pueblo. En 24 horas se pasó de los 34 grados a los 18 del martes. Lo primero que llamó la atención es el volumen de público. Buena entrada, pero muy inferior a la del año pasado. Alberto, de la peña El Oasis, lo explicaba así: “Mucha gente ha aprovechado estos días para irse de vacaciones fuera, y muchos que venían de otros lugares se han quedado en casa porque encierros hay en todas partes”.

EL TRAYECTO // Así, sustituyendo las lanzas por picas, a excepción de un joven que sí portaba rejón y fue identificado por la policía, caballistas y mozos dedicaron algo más de una hora a torear a cuerpo limpio a Pelado --el astado elegido para la ocasión, que ha costado al pueblo unos 5.000 euros--, a realizar recortes e incluso a saltar por encima suyo. Celebradísima la voltereta de un joven entre los cuernos del morlaco.

A poca distancia, unos 200 animalistas fueron contenidos por la Guardia Civil y la Policía Nacional. Hasta el punto de que, a la vista de lo que sucedió el año pasado, con graves disturbios sobre la misma arena destinada al supuesto torneo entre toro y hombres, no se les dejó acceder al campo. Lo intentaron, lo que generó no pocos empujones y antitaurinos por los suelos. “Soy una persona, tengo derecho a pasar”, se quejaba una joven. “No pueden prohibirnos la entrada a un lugar público, es ilegal”, afeaba otro muchacho. En cualquier caso, crear compartimentos estancos entre vecinos y activistas parecía la decisión más inteligente.

El esmero policial, sin embargo, no evitó incidentes aislados, como el garrotazo en la espalda que se llevó un defensor de Pelado a primera hora de la mañana, cuando el dispositivo aún se desperezaba. Antes del Toro de la Peña, nombre con el que se ha bautizado el nuevo espectáculo, también se celebró una manifestación en defensa del torneo, cuyos orígenes se remontan al siglo XV. Curioso cambio de papeles, pues siempre era el otro bando el que lanzaba proclamas. Se ha gritado “libertad”, “Tordesillas no se rinde”, “este decreto, lo vamos a tumbar” o “luego diréis, que somos cinco o seis”. Fueron más de 500, a los que se han sumado los centenares que aguardaban al otro lado del puente.

Se cierra el capítulo del Toro de la Vega pero se abre un melón impredecible. Los animalistas han logrado tumbar un torneo con casi 600 años de historia. H