Contra la pandemia, la misión de los guardias civiles en las carreteras resiste: salvar vidas. Los agentes intensifican los controles pese a la caída del tráfico para evitar contagios durante una Semana Santa inusual, que aun así registrará desplazamientos innecesarios. Habrá quienes escapen del confinamiento con excusas de la «olimpiada del absurdo».

De la picaresca en el estado de alarma saben bien en Galicia, según relata Héctor, agente del sector autonómico de Tráfico, que anhela volver a «la normalidad de los atascos» mientras contiene al coronavirus junto a sus compañeros con medios de protección «limitados» que procuran conservar como un bien escaso. «Pedimos a la ciudadanía que no nos facilite malgastarlo», reclama.

Héctor saca a relucir el caso en Pontevedra de «una persona aislada del mundo», un corredor descubierto en una vía de servicio paralela a una autovía, que afirmó desconocer las órdenes de aislamiento porque «ni veía la televisión, ni tenía internet ni nada: dijo que no se había enterado, que ya le parecía extraño, que no veía muchos coches».

El ingenio ha alcanzado al mercado de la plaza de Lugo, en A Coruña, el destino de un conductor que se desplazó desde 25 kilómetros para comprar pescado; el caso del conocido como el Paseador de pan, cuenta el guardia civil, una persona con una barra bajo el brazo que venía --alegó-- de comprar a seis kilómetros de su casa, o el viaje entre pueblos de una pareja para conseguir tabaco.

Este agente, miembro de la Asociación PRO Guardia Civil, explica que los controles se realizan a todas horas en autopistas, autovías y salidas de núcleos urbanos, donde se valida la documentación que acredite el motivo del trayecto, además de comprobar si es un único ocupante, salvo en el traslado de enfermos y los servicios de transporte de mercancías, que permiten dos personas.

En caso de sanción, las más comunes de 600 a 1.500 euros, «la multa es lo de menos porque de lo que se trata es de evitar tanto contagios como desplazamientos que puedan ocasionar accidentes que resten servicios para atender a esa persona» en una situación en la que «las salas de urgencia están para atender a enfermos por el virus», resalta.

un tabaco especial / Desde La Rioja, Gustavo, responsable de atestados, recopila intervenciones de compañeros en varios puntos del país, desde València, donde se dio el alto a un individuo que recorría ocho kilómetros hacia un estanco con «un tabaco especial traído de Berlín», hasta el municipio de Padul (Granada), con un sancionado reincidente por salir a la calle disfrazado de legionario para regular el tráfico. Hace mención al viaje de un vehículo en la provincia de Teruel, de Apelluz a Cedrillas, poblaciones separadas por 16 kilómetros, cuyo conductor justificó que le apremiaba pagar una deuda de cinco euros que arrastraba desde hacía año y medio.

«Hay flexibilidad, no todo se denuncia, hay que tener un poco de mano izquierda», opina Gustavo, que extrae una lección de estas circunstancias: «De la alarma valoro la solidaridad, ahora se ve con mejores ojos la labor que realizamos, al fin y al cabo la misma, ayudar al ciudadano».