Dos papas en el Vaticano, aunque uno esté jubilado y aparentemente sea sumiso al Papa reinante, parecen demasiados. Siglos atrás, llegó a haber hasta cuatro disputándose el trono de san Pedro, aunque entonces iban a punta de espada y los romanos se encerraban en sus casas cuando las familias aristocráticas de Roma, caído el Imperio, se peleaban por el liderazgo en el Vaticano.

Desde el 2013 se están produciendo numerosos roces entre Francisco y Benedicto XVI, quien dimitió en febrero de ese año. Probablemente, a causa de la mayor duración de la vida en la actualidad, será necesario que el Vaticano regule legalmente cuál debe ser el papel de un papa dimitido, un asunto no previsto por el derecho canónico.

Benedicto XVI se ha prestado a quienes se oponen a la visión de Francisco sobre la modernidad. Antes de ser elegido, Joseph Ratzinger frecuentó universidades, escribió libros y dio conferencias, mientras que Jorge Mario Bergoglio viajaba en metro a la periferia de Buenos Aires y vivía en un pisito donde se cocinaba la cena. «Le prometo mi total obediencia y oraciones», dijo Benedicto XVI a Francisco tras la designación del segundo. Pero esta semana se ha producido un cortocircuito entre ambos. No es el primero, solo el último de la serie.

LIBRO POLÉMICO / La causa ha sido un libro titulado Desde las profundidades de nuestros corazones, de dos editoriales francesas (Fayerd e Ignatius Press) vinculadas a la parte más conservadora de la Iglesia, en el que sus autores, el cardenal africano Bernard Sarah y el propio Ratzinger --ha pedido que se retire su nombre--, defienden el mantenimiento del celibato de los curas. La aparición de la obra llega antes de que Francisco apruebe el documento final del llamado Sínodo de Amazonia, en octubre, en el que tres cuartos de los participantes dieron vía libre a una excepción para aquella remota región del mundo y los diáconos «con una familia estable» podrán ser ordenados curas.

En el 2009, Benedicto XVI no encontró reparos en aprobar, como excepción, la admisión de sacerdotes anglicanos, que huían de aquella confesión religiosa.

MÁS DISCREPANCIAS / A pesar de que, a raíz de las polémicas, Ratzinger haya retirado su nombre del libro, este representa el último episodio de una convivencia a menudo polémica. En Roma hay aún muchas preguntas. ¿Por qué Ratzinger decidió retirarse con la sotana blanca, como si aún fuera Papa? ¿Por qué se deja llamar Su Santidad? ¿Por qué se presta a firmar textos que ponen en discusión cuanto está haciendo su sucesor? A sus 93 años es difícil que responda, pero a buen seguro da argumentos a quienes no soportan el aperturismo de Bergoglio.

La lista de discrepancias es larga y parecen enfrentar a dos modelos de Iglesia: la que por simplificación se puede llamar ortodoxa, anclada en un doctrina inmutable, y la que cree que el catolicismo es una religión en evolución, tesis sostenida desde siempre por los jesuitas, de los que Bergoglio forma parte.

En los últimos meses, el Pontífice argentino ha sido atacado por su apertura hacia China tras firmar con Pekín un acuerdo por el que el Papa elegirá entre una terna de candidatos a obispo presentada por el Gobierno. Pero hay más y el borrador de la gran reforma de la curia está siendo torpedeada por una parte de los obispos y por el propio gobierno central de la Iglesia.

Desde hace un año, páginas webs y blogs conservadores han incrementado su actividad, con acusaciones contra el Papa: que si el Vaticano está por declarar la quiebra, que Bergoglio padece cáncer en el cerebro, que le falta un pulmón y que su cadera no resiste más. Mientras, Francisco sigue en su línea, destituyendo a cardenales y obispos, a responsables de la lucha contra el blanqueo de dinero y a otros cargos financieros.